lunes, 1 de octubre de 2012

Elemental II

Aquí la tercera parte de Elemental, el segundo capítulo de esta historia que espero que os esté gustando....

Capítulo 1: El viaje


Capítulo 2: Una nueva vida


Fuera del Eras el globo se dividía en cuatro grandes territorios. Los imperios del este se caracterizaban por su hospitalidad y su buen sentido antes situaciones de guerra o conflictos. Esto contrastaba con la mentalidad de los imperios del sur donde, la guerra y el dominio, era lo que para ellos hacia a una nación fuerte. Los imperios restantes, tanto el del norte como el del oeste, poseían una inmensa fuerza militar, que de inclinarse hacia uno de los lados enfrentados decidiría el triunfo absoluto de una nación ante la otra. Pero estos se mantenían al margen de cualquier problema que no les afectara de cerca. El desprecio a los humanos era lo único que unía a toda la especie essens, por lo que la guerra hacia ellos podría iniciarse en cualquier momento. Solo cabía esperar algún movimiento del Eras para tener razones para comenzarla. Aunque como en cualquier parte los había con el pensamiento de una posible alianza con los humanos, no podían hacer nada ya que eran repudiados e incluso castigados por su propio imperio.

La noche llegaba en esa aldea del imperio del este, estaba cerca de un puerto lo que la llenaba de viajeros y comerciantes. Podía escucharse el bullicio desde el otro lado de la calle, procedía del interior de una taberna famosa en la zona y sus alrededores, puesto que ofrecía habitaciones por pocas monedas.
El comedor de la posada estaba lleno, la dueña iba de una mesa a otra repartiendo los platos rebosantes de comida que los comensales habían pedido minutos antes. La mayoría eran hombres: viajeros, comerciantes y guerreros, que tras una dura jornada de trabajo terminaban allí, donde esa mujer los recibía con, lo que para ellos eran, manjares.
Dos figuras encapuchadas entraron en el lugar. La gente no los comenzó a mirar por sus atuendos, ya que la mayoría de los allí presentes, lucían exactamente lo mismo. Lo que observaban con detenimiento era la figura más baja de ambas. A primera vista no llegaba al metro setenta de estatura, algo bastante raro entre los essens. Al observar mejor pudieron ver que se trataba de una mujer embarazada, su espalda andaba ligeramente curvada y tocaba su vientre aumentado, quizás por un largo viaje. Podían comprender que su estado no la dejaba ponerse totalmente derecha, así que pasaron a observar al hombre que la acompañaba, él si era bastante alto, aunque su cabeza y rostro estuvieran cubiertos, su figura y movimientos, al dirigirse a la barra, detonaban que era delgado y habilidoso, aun llevando un saco de gran tamaño en su espalda. Eso hizo que el público espontáneo que se había formado, para ver a esos dos extraños,volviera a centrarse en lo que estaban haciendo antes de que entraran, ahora simplemente los ignoraban.

-¿Podría concedernos alojamiento y un poco de comida?- Su voz a través de la tela que ocultaba la parte inferior de su rostro sonó algo débil pero gentil, algo que la dueña agradeció con una sonrisa.

-Siempre que tengas algo de metal en el bolsillo, querido- Contestó la mujer con tono burlesco. El hombre sonrió para sí y comenzó a buscar algo dentro del bolsillo de su túnica.

-¿Basta con esto señora?- El joven soltó unas monedas en la barra. La cara de la mujer se iluminó algo que detonó que bastaba y, por mucho, sobraba.

-¿Qué haces aún de pie muchacha? En tu estado no puedes correr riesgos. Anda y siéntate allí, con tu marido, mientras os preparo algo de comer y una habitación- La mujer se dirigió directamente a la acompañante del recién llegado. Señaló una mesa al lado de una de las ventanas del lugar, no estaba vacía pero eso era lo de menos para recibir alimento después de un largo viaje.

La joven comenzó a moverse, pero el cansancio la hizo tambalearse por un momento, rápidamente el hombre fue hacia ella para servirle de apoyo y andar tranquilamente hacia la mesa. Los que ya estaban sentados se apartaron con desdén para que la mujer pudiera sentarse, sin prestarle mucha atención.

Mientras esperaban, el joven, ya sentado en frente de su acompañante, comenzó a vagar por sus pensamientos. Habían llegado a un lugar donde podrían descansar por una noche antes de ponerse en marcha de nuevo. Miró atentamente a la joven ante él, notaba su cansancio. Su rostro apenas se veía entre la capucha y la tela que tapaba su nariz y boca, exactamente como él, pero aún así sabía que la joven estaba en sus límites. Él llevaba un saco bastante grande en su espalda, que ahora descansaba entre sus pies, podía resistir mucho más. Pero ella, en su estado, debía seguirlo, esto hizo que un sentimiento de culpa cruzara por su cabeza. Giró su rostro hacia los demás, en aquella mesa. Como ellos, muchos lucían capas gruesas y largas, que solo mostraban sus pies al desplazarse y sus manos al sacarlas por las cavidades que usaban para extraer algo de su interior. En el resto de la estancia, podía ver que otros vestían túnicas ligeras, algo que usaban los comerciantes. Pero un grupo llamó su atención, también llevaban capas pero estas eran abiertas desvelando su armadura y sobretodo sus armas. Podía adivinar que se trataban de guerreros imperiales, eso no lo tranquilizó en absoluto. Todos allí habían echado sus capuchas hacia atrás, ellos dos eran los únicos con su rostro cubierto, algo que comenzaba a incomodar a los de la mesa en la que ahora se sentaban.

-¿Mejor?- El joven intentó ignorar las miradas de los demás actuando naturalmente con la joven. Esta lo miró y asintió. El hombre que se sentaba al lado izquierdo del joven estaba observándola ahora, esto incomodó tanto a la joven como a su compañero. Este carraspeó, intentando que el individuo dejara de mirarla tan descaradamente, al final el tipo terminó por desviar la mirada.

-Aquí tenéis algo para reponer fuerzas. Y la habitación del final de ese pasillo es la vuestra, toma la llave joven- La posadera había irrumpido en el silencio, extraño, de esa mesa. El joven recibió la llave inclinando un poco su cabeza en señal de agradecimiento. Esto hizo que la mujer se alejara sonriendo hacia otra mesa.
La comida tenía buena pinta, y el olor era delicioso, pero no podían comerla ahí. No debían descubrir sus rostros. El joven se levantó decidido, sosteniendo ahora el plato en su mano izquierda.

-Vamos, estarás mejor en la habitación- Sugirió el joven con tono suave, se colocó al lado de la muchacha para ayudarla a ponerse de pie. Esta se dispuso a recoger su plato de comida pero observó como algo se lo impedía. Era la mano del hombre que antes la miró fijamente. Esto llamó la atención tanto del joven como del resto de la mesa. -¿Qué cree que está haciendo ahora señor?

-¿Tenemos algo de malo para que no quieran comer con nosotros?- Preguntó el tipo levantándose sin soltar el plato.

-No señor, solo pienso que estará más cómoda allí- Intentó explicar el joven agarrando fuerte su plato para controlarse.

-¿No te sientes cómoda con nosotros, muchacha?- Preguntó de nuevo el hombre, ahora su brazo derecho se dirigió a la capucha de la joven, que por instinto giró su cabeza para que no llegara a alcanzarla. Este gesto enfureció al individuo que insistió con el mismo movimiento, pero esta vez se topó con la mano del joven, que segundos antes había tirado su plato para poder alcanzar el brazo del tipo, con una fuerza tremenda agarró su muñeca.

-¡No se atreva a tocarla!- Le advirtió el muchacho sin dejar de apretar.

-Ya veo, lo de antes no fue un delirio ¿Qué estáis tratando de ocultar, muchacho?- Dicho esto, el joven soltó el brazo del tipo. Sabía de que estaba hablando, no había tiempo debían irse de allí antes de que ese hombre los descubriera ante todos. Cogió a la mujer de la mano y se dirigió a la salida. Al mirar al frente vio como el grupo de soldados estaba delante de él, con sus manos preparadas para desenfundar sus armas.

-¡Alto ahí! ¡Tú, descúbrete el rostro!- Uno de los hombres armados se dirigió directamente a la joven. Esta permaneció inmóvil. -¿No me has oído muchacha?- Mientras decía esto, se acercaba lentamente a la joven.

Ella seguía sin intención de moverse. El joven apretaba fuertemente su mano en señal de apoyo, pero con su otra mano, comenzaba a buscar dentro de su túnica. La encontró, ya tenía la empuñadura entre sus dedos. Un gesto amenazador de esos hombres y con un solo movimiento podría asestar un corte certero, al que se acercaba, con su katana.

-¿Estás desobedeciendo a un soldado imperial?- Puso su rostro a la altura de la joven embarazada, y se acercó aún más, su nariz estaba a centímetros de la de ella. Intentó ver los ojos de la muchacha, pero esta agachaba la cabeza impidiendo el contacto visual. Con un gesto rápido el soldado fue a tocar su capucha para descubrirla. Pero antes de llegar a rozar la tela, el joven acompañante de la muchacha, se interpuso entre ellos. Tan rápido gesto, hizo que su capucha cayera hacia atrás, dejando su cabeza descubierta.

Lucía una negra melena larga, con algunos reflejos grises. Tenía varios mechones de ambas sienes recogidos en la parte posterior de su cabeza con una cinta de cuero. Su flequillo caía sobre su frente ocultando parcialmente uno de sus ojos, pero se podía ver perfectamente el color gris platino de ellos. Aún conservaba la tela que ocultaba su nariz y boca, por lo que no se adivinaba la expresión del que ahora empuñaba su espada hacía el soldado.
Los que presenciaban la escena emitían murmullos, era imposible que un essens tuviera esas características, estaba claro que por muy alto que fuese, su cabellera lo delataba, era un humano. El ser al que más odiaban estaba frente a ellos, amenazante. -¡¿Un humano?!- El guerrero no sabía como debía actuar ante algo tan surrealista, era imposible que un humano sobreviviera fuera del Eras. Pero algo le llamó la atención, como a todos los presentes. Llevaba la mitad de su rostro cubierto, quizás debajo llevara algo que le proporcionaba el bastante oxígeno para poder respirar. Ya que todos conocían la avanzada tecnología de los humanos dentro del Eras.

-¡Humanos! ¡Deben ser ejecutados! ¡Ejecútenlos!- La voz provenía del fondo de la sala, segundos después todos los demás se unieron, vociferando y poniendo el grito en el cielo. Después de rodear lentamente a ambos humanos y apartar a la gente, los soldados desenvainaron sus espadas y se pusieron en guardia impidiendo la salida de los dos jóvenes. Uno de ellos se adelantó con intención de atacar al joven humano, pero este con gran destreza lo esquivó y a cambio le asestó un golpe con la empuñadura de la espada en la nuca. El tipo cayó al suelo, inconsciente. Ya con recelo ante la rapidez del rival que tenían delante, otro soldado se aventuró a embestir al joven. Sus espadas se cruzaron un par de veces, la tercera vez el humano lo desarmó con un movimiento fuerte de su espada. Al intentar recuperar su arma, el soldado recibió una poderosa patada en su rostro que hizo girar todo su cuerpo para caer de cara al suelo, aturdido. En ese preciso instante el joven advirtió que uno de los hombres iba a agredir a su compañera.

Sin dar tiempo a ninguna reacción por parte del tipo, el muchacho se abalanzó sobre él, golpeándolo con su espada en el estómago. El corte certero chocó con la armadura del soldado, algo que de antemano sabía, pero el golpe bastaba para que se torciera de dolor, acto que le daría la oportunidad de actuar de nuevo rápidamente. Su rodilla acabo, con extrema fuerza, en la barbilla del hombre, dejándolo fuera de combate. La guardia ahora estaba descuidada ya que la gente quería entrar a agredir a los humanos tanto como los soldados, pero estos intentaban que no resultaran heridos por el ser tan peligroso que tenían rodeado. Era la ocasión perfecta para salir de ahí. Agarró del brazo fuertemente a la joven que había estado a su sombra todo el tiempo, protegiéndola con su vida. Corrieron hasta la salida sorteando fácilmente a los que se ponían en su camino, tanto jaleo hizo a la gente perderlos de vista. -¡Se escapan! ¡A por ellos!- Los soldados restantes corrían tras ellos.

Ya fuera de la estancia la luz de la luna podía iluminar el camino hacía algún sitio seguro, pero corrían sin rumbo. Los soldados estaban cada vez más cerca y la joven en su estado no podía correr más rápido, ya solo los separaban un par de metros...

De pronto una figura, con ropajes totalmente negros, se presentó ante ellos, de la nada. Esto hizo que pararan en seco. ¿Estaban perdidos? El individuo puso sus manos en los hombros de ambos, algo que extrañamente aceptaron ¿Quizás porque no veían salida y se habían resignado? Un instante después observaron a su alrededor, la figura aún seguía ahí, pero no estaban en el mismo lugar que hacía un segundo antes. Estaban en una cabaña ¿El hogar de la persona que ahora tenían enfrente? Incrédulos solo sabían observar todo, girando lentamente sobre si mismos. ¿Que pasaría ahora? No hubo tiempo para respuestas cuando la joven comenzó a quejarse. Había roto aguas, su hijo venía en camino...

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