Capítulo 1: El viaje
Capítulo 2: Una nueva vida
Fuera del Eras el globo se dividía en
cuatro grandes territorios. Los imperios del este se caracterizaban
por su hospitalidad y su buen sentido antes situaciones de guerra o
conflictos. Esto contrastaba con la mentalidad de los imperios del
sur donde, la guerra y el dominio, era lo que para ellos hacia a una
nación fuerte. Los imperios restantes, tanto el del norte como el
del oeste, poseían una inmensa fuerza militar, que de inclinarse
hacia uno de los lados enfrentados decidiría el triunfo absoluto de
una nación ante la otra. Pero estos se mantenían al margen de
cualquier problema que no les afectara de cerca. El desprecio a los
humanos era lo único que unía a toda la especie essens, por lo que
la guerra hacia ellos podría iniciarse en cualquier momento. Solo
cabía esperar algún movimiento del Eras para tener razones para
comenzarla. Aunque como en cualquier parte los había con el
pensamiento de una posible alianza con los humanos, no podían hacer
nada ya que eran repudiados e incluso castigados por su propio
imperio.
La noche llegaba en esa aldea del
imperio del este, estaba cerca de un puerto lo que la llenaba de
viajeros y comerciantes. Podía escucharse el bullicio desde el otro
lado de la calle, procedía del interior de una taberna famosa en la
zona y sus alrededores, puesto que ofrecía habitaciones por pocas
monedas.
El comedor de la posada estaba lleno,
la dueña iba de una mesa a otra repartiendo los platos rebosantes de
comida que los comensales habían pedido minutos antes. La mayoría
eran hombres: viajeros, comerciantes y guerreros, que tras una dura
jornada de trabajo terminaban allí, donde esa mujer los recibía
con, lo que para ellos eran, manjares.
Dos figuras encapuchadas entraron en el
lugar. La gente no los comenzó a mirar por sus atuendos, ya que la
mayoría de los allí presentes, lucían exactamente lo mismo. Lo que
observaban con detenimiento era la figura más baja de ambas. A
primera vista no llegaba al metro setenta de estatura, algo bastante
raro entre los essens. Al observar mejor pudieron ver que se trataba
de una mujer embarazada, su espalda andaba ligeramente curvada y
tocaba su vientre aumentado, quizás por un largo viaje. Podían
comprender que su estado no la dejaba ponerse totalmente derecha, así
que pasaron a observar al hombre que la acompañaba, él si era
bastante alto, aunque su cabeza y rostro estuvieran cubiertos, su
figura y movimientos, al dirigirse a la barra, detonaban que era
delgado y habilidoso, aun llevando un saco de gran tamaño en su
espalda. Eso hizo que el público espontáneo que se había formado,
para ver a esos dos extraños,volviera a centrarse en lo que estaban
haciendo antes de que entraran, ahora simplemente los ignoraban.
-¿Podría concedernos alojamiento y
un poco de comida?- Su voz a través de la tela que ocultaba la parte
inferior de su rostro sonó algo débil pero gentil, algo que la
dueña agradeció con una sonrisa.
-Siempre que tengas algo de metal en
el bolsillo, querido- Contestó la mujer con tono burlesco. El hombre
sonrió para sí y comenzó a buscar algo dentro del bolsillo de su
túnica.
-¿Basta con esto señora?- El joven
soltó unas monedas en la barra. La cara de la mujer se iluminó algo
que detonó que bastaba y, por mucho, sobraba.
-¿Qué haces aún de pie muchacha? En
tu estado no puedes correr riesgos. Anda y siéntate allí, con tu
marido, mientras os preparo algo de comer y una habitación- La mujer
se dirigió directamente a la acompañante del recién llegado.
Señaló una mesa al lado de una de las ventanas del lugar, no estaba
vacía pero eso era lo de menos para recibir alimento después de un
largo viaje.
La joven comenzó a moverse, pero el
cansancio la hizo tambalearse por un momento, rápidamente el hombre
fue hacia ella para servirle de apoyo y andar tranquilamente hacia la
mesa. Los que ya estaban sentados se apartaron con desdén para que
la mujer pudiera sentarse, sin prestarle mucha atención.
Mientras esperaban, el joven, ya
sentado en frente de su acompañante, comenzó a vagar por sus
pensamientos. Habían llegado a un lugar donde podrían descansar por
una noche antes de ponerse en marcha de nuevo. Miró atentamente a la
joven ante él, notaba su cansancio. Su rostro apenas se veía entre
la capucha y la tela que tapaba su nariz y boca, exactamente como él,
pero aún así sabía que la joven estaba en sus límites. Él
llevaba un saco bastante grande en su espalda, que ahora descansaba
entre sus pies, podía resistir mucho más. Pero ella, en su estado,
debía seguirlo, esto hizo que un sentimiento de culpa cruzara por su
cabeza. Giró su rostro hacia los demás, en aquella mesa. Como
ellos, muchos lucían capas gruesas y largas, que solo mostraban sus
pies al desplazarse y sus manos al sacarlas por las cavidades que
usaban para extraer algo de su interior. En el resto de la estancia,
podía ver que otros vestían túnicas ligeras, algo que usaban los
comerciantes. Pero un grupo llamó su atención, también llevaban
capas pero estas eran abiertas desvelando su armadura y sobretodo sus
armas. Podía adivinar que se trataban de guerreros imperiales, eso
no lo tranquilizó en absoluto. Todos allí habían echado sus
capuchas hacia atrás, ellos dos eran los únicos con su rostro
cubierto, algo que comenzaba a incomodar a los de la mesa en la que
ahora se sentaban.
-¿Mejor?- El joven intentó ignorar
las miradas de los demás actuando naturalmente con la joven. Esta lo
miró y asintió. El hombre que se sentaba al lado izquierdo del
joven estaba observándola ahora, esto incomodó tanto a la joven como
a su compañero. Este carraspeó, intentando que el individuo dejara
de mirarla tan descaradamente, al final el tipo terminó por desviar
la mirada.
-Aquí tenéis algo para reponer
fuerzas. Y la habitación del final de ese pasillo es la vuestra,
toma la llave joven- La posadera había irrumpido en el silencio,
extraño, de esa mesa. El joven recibió la llave inclinando un poco
su cabeza en señal de agradecimiento. Esto hizo que la mujer se
alejara sonriendo hacia otra mesa.
La comida tenía buena pinta, y el olor
era delicioso, pero no podían comerla ahí. No debían descubrir sus
rostros. El joven se levantó decidido, sosteniendo ahora el plato en
su mano izquierda.
-Vamos, estarás mejor en la
habitación- Sugirió el joven con tono suave, se colocó al lado de
la muchacha para ayudarla a ponerse de pie. Esta se dispuso a recoger
su plato de comida pero observó como algo se lo impedía. Era la
mano del hombre que antes la miró fijamente. Esto llamó la atención
tanto del joven como del resto de la mesa. -¿Qué cree que está
haciendo ahora señor?
-¿Tenemos algo de malo para que no
quieran comer con nosotros?- Preguntó el tipo levantándose sin
soltar el plato.
-No señor, solo pienso que estará
más cómoda allí- Intentó explicar el joven agarrando fuerte su
plato para controlarse.
-¿No te sientes cómoda con nosotros,
muchacha?- Preguntó de nuevo el hombre, ahora su brazo derecho se
dirigió a la capucha de la joven, que por instinto giró su cabeza
para que no llegara a alcanzarla. Este gesto enfureció al individuo
que insistió con el mismo movimiento, pero esta vez se topó con la
mano del joven, que segundos antes había tirado su plato para poder
alcanzar el brazo del tipo, con una fuerza tremenda agarró su
muñeca.
-¡No se atreva a tocarla!- Le
advirtió el muchacho sin dejar de apretar.
-Ya veo, lo de antes no fue un delirio
¿Qué estáis tratando de ocultar, muchacho?- Dicho esto, el joven
soltó el brazo del tipo. Sabía de que estaba hablando, no había
tiempo debían irse de allí antes de que ese hombre los descubriera
ante todos. Cogió a la mujer de la mano y se dirigió a la salida.
Al mirar al frente vio como el grupo de soldados estaba delante de
él, con sus manos preparadas para desenfundar sus armas.
-¡Alto ahí! ¡Tú, descúbrete el
rostro!- Uno de los hombres armados se dirigió directamente a la
joven. Esta permaneció inmóvil. -¿No me has oído muchacha?-
Mientras decía esto, se acercaba lentamente a la joven.
Ella seguía sin intención de moverse.
El joven apretaba fuertemente su mano en señal de apoyo, pero con su
otra mano, comenzaba a buscar dentro de su túnica. La encontró, ya
tenía la empuñadura entre sus dedos. Un gesto amenazador de esos
hombres y con un solo movimiento podría asestar un corte certero, al
que se acercaba, con su katana.
-¿Estás desobedeciendo a un soldado
imperial?- Puso su rostro a la altura de la joven embarazada, y se
acercó aún más, su nariz estaba a centímetros de la de ella.
Intentó ver los ojos de la muchacha, pero esta agachaba la cabeza
impidiendo el contacto visual. Con un gesto rápido el soldado fue a
tocar su capucha para descubrirla. Pero antes de llegar a rozar la
tela, el joven acompañante de la muchacha, se interpuso entre ellos.
Tan rápido gesto, hizo que su capucha cayera hacia atrás, dejando
su cabeza descubierta.
Lucía una negra melena larga, con
algunos reflejos grises. Tenía varios mechones de ambas sienes
recogidos en la parte posterior de su cabeza con una cinta de cuero.
Su flequillo caía sobre su frente ocultando parcialmente uno de sus
ojos, pero se podía ver perfectamente el color gris platino de
ellos. Aún conservaba la tela que ocultaba su nariz y boca, por lo
que no se adivinaba la expresión del que ahora empuñaba su espada
hacía el soldado.
Los que presenciaban la escena emitían
murmullos, era imposible que un essens tuviera esas características,
estaba claro que por muy alto que fuese, su cabellera lo delataba,
era un humano. El ser al que más odiaban estaba frente a ellos,
amenazante. -¡¿Un humano?!- El guerrero no sabía como debía
actuar ante algo tan surrealista, era imposible que un humano
sobreviviera fuera del Eras. Pero algo le llamó la atención, como a
todos los presentes. Llevaba la mitad de su rostro cubierto, quizás
debajo llevara algo que le proporcionaba el bastante oxígeno para
poder respirar. Ya que todos conocían la avanzada tecnología de los
humanos dentro del Eras.
-¡Humanos! ¡Deben ser ejecutados!
¡Ejecútenlos!- La voz provenía del fondo de la sala, segundos
después todos los demás se unieron, vociferando y poniendo el grito
en el cielo. Después de rodear lentamente a ambos humanos y apartar
a la gente, los soldados desenvainaron sus espadas y se pusieron en
guardia impidiendo la salida de los dos jóvenes. Uno de ellos se
adelantó con intención de atacar al joven humano, pero este con
gran destreza lo esquivó y a cambio le asestó un golpe con la
empuñadura de la espada en la nuca. El tipo cayó al suelo,
inconsciente. Ya con recelo ante la rapidez del rival que tenían
delante, otro soldado se aventuró a embestir al joven. Sus espadas
se cruzaron un par de veces, la tercera vez el humano lo desarmó con
un movimiento fuerte de su espada. Al intentar recuperar su arma, el
soldado recibió una poderosa patada en su rostro que hizo girar todo
su cuerpo para caer de cara al suelo, aturdido. En ese preciso
instante el joven advirtió que uno de los hombres iba a agredir a su
compañera.
Sin dar tiempo a ninguna reacción por
parte del tipo, el muchacho se abalanzó sobre él, golpeándolo con
su espada en el estómago. El corte certero chocó con la armadura
del soldado, algo que de antemano sabía, pero el golpe bastaba para
que se torciera de dolor, acto que le daría la oportunidad de actuar
de nuevo rápidamente. Su rodilla acabo, con extrema fuerza, en la
barbilla del hombre, dejándolo fuera de combate. La guardia ahora
estaba descuidada ya que la gente quería entrar a agredir a los
humanos tanto como los soldados, pero estos intentaban que no
resultaran heridos por el ser tan peligroso que tenían rodeado. Era
la ocasión perfecta para salir de ahí. Agarró del brazo
fuertemente a la joven que había estado a su sombra todo el tiempo,
protegiéndola con su vida. Corrieron hasta la salida sorteando
fácilmente a los que se ponían en su camino, tanto jaleo hizo a la
gente perderlos de vista. -¡Se escapan! ¡A por ellos!- Los soldados
restantes corrían tras ellos.
Ya fuera de la estancia la luz de la
luna podía iluminar el camino hacía algún sitio seguro, pero
corrían sin rumbo. Los soldados estaban cada vez más cerca y la
joven en su estado no podía correr más rápido, ya solo los
separaban un par de metros...
De pronto una figura, con ropajes
totalmente negros, se presentó ante ellos, de la nada. Esto hizo que
pararan en seco. ¿Estaban perdidos? El individuo puso sus manos en
los hombros de ambos, algo que extrañamente aceptaron ¿Quizás
porque no veían salida y se habían resignado? Un instante después
observaron a su alrededor, la figura aún seguía ahí, pero no
estaban en el mismo lugar que hacía un segundo antes. Estaban en una
cabaña ¿El hogar de la persona que ahora tenían enfrente?
Incrédulos solo sabían observar todo, girando lentamente sobre si
mismos. ¿Que pasaría ahora? No hubo tiempo para respuestas cuando
la joven comenzó a quejarse. Había roto aguas, su hijo venía en
camino...

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