Está basado tanto en la película "Cazadores de sombras", algún que otro caso de la serie "Sobrenatural" y unos de mis fics, algunas ya sabrán a cuál me refiero pero sería spoiler ya que lo tengo abandonado y aún no he llegado a esa parte ><
AVISO: Contiene escenas un tanto subidas de tono y lenguaje mal sonante.
Ahora a leer...
(La imagen no es mía, está sacada de google, créditos a su autor)
No hay rosas blancas
“Yo estoy hecho para
hacer el mal no para anhelar a una simple mortal, no estoy aquí para
cultivar mi devoción por ella. Sin embargo se plantó frente a mí,
regia y altanera, queriendo doblegar mi objetivo. No, yo sólo quiero
hacer el mal, yo sólo quiero arrastrarla junto a mí. Entonces ¿por
qué me frustra verla en los brazos de ese mindundi? ¿Por qué
verlos retozar hace hervir mi sangre? “Sólo es deseo”. Me va a
gustar, me va a gustar mucho llegar hasta ella, arrebatarle lo que
cree que es su felicidad y brindarle lo que realmente desea...
… A mí.”
---
No hay rosas blancas
La joven terminaba de buscar
algo frente a la puerta de su departamento cuando sintió aquel
escalofrío, insignificante para ella ya que tenía algo más importante
por lo que preocuparse en ese instante. Luchaba por que no cayese nada
de lo que sostenía en sus brazos. Llevaba el bolso, las compras, el
paraguas, las llaves del maldito coche ¿y qué más?: un jarrón de
considerable tamaño. Para las flores, esas flores que adornaban su
dormitorio con gracia. El día anterior, el tarro que las sostenía
aterrizó descomponiéndose en mil pedazos. Sin querer, Jaehwan lo
había tirado al pasar por la cómoda poniéndose su chaqueta. Cada
día, su “perfecto novio” -así lo consideraba- le regalaba rosas
naranjas, con la excusa barata de que, donde las compraba, nunca
había blancas. Pero ¿de dónde había sacado que le gustaban las
rosas blancas? En realidad las odiaba. Su relación se basaba en la
confianza adquirida de su fuerte amistad de años -habían sido
amigos desde la infancia y novios desde hacía más de dos años ¿o
ya habían pasado tres?-, sin embargo, esos pequeños detalles
dejaban a la muchacha un tanto confundida. Al fin y al cabo, se
conocían a la perfección ¿por qué le molestaba tanto el descuido
matutino de su pareja? O peor aún ¿por qué jamás le había
aclarado que las rosas blancas le asqueaban?
No hay rosas blancas
Y de nuevo aquella estúpida
sensación. Estaba loca. Hacía como tres meses que comenzó a sentir
aquellas cosas extrañas: como notar que alguien la observaba o
escuchar susurros cuando más apresurada estaba. Completamente loca
se proclamó al contarle a Jaehwan; este, lógicamente le explicó
que quizás era el estrés, que necesitaba descansar más o unas
buenas vacaciones. Lo más seguro es que tuviera razón y, como niña
buena, anotó mentalmente el consejo.
No hay...
Hizo oídos sordos. Ahora
sólo necesitaba hallar las llaves de su casa, tarea imposible para
alguien con prisas como ella. Lo único que le faltaba es que se le
hubieran olvidado y tener que esperar a Jaehwan. Él no tendría
ningún problema de salir del trabajo, correr y socorrerla de
cualquier problema, no obstante, Eun Ji no quería depender
completamente de él y su amabilidad. En fin, que no quería tener que
llamarlo, él se ocupaba de sus asuntos al igual que ella por lo que
no lo iba a molestar por una tontería así, eso era responsabilidad
suya. Estaba segura de que olvidaría la cabeza algún día...
Al encontrar las llaves
correctas y girarlas en la cerradura casi cayó hacia delante al
abrir la puerta. Comprendió que por inercia había apoyado todo su
peso extra en ella. Aliviada por no terminar en el suelo y cabreada
por que todo lo demás se esparramara por él. Agradeció que aquel
bendito jarrón fuera de plástico.
–¡Eun Ji, ya estoy en casa!
La voz de Jaehwan llenó
todo el departamento. Era gloria para los oídos de la mujer, esas
horas de la tarde significaban relax para la pareja. Resumían su día
cenando y riendo por cosas mundanas, y si el ambiente se ponía
divertido, terminaban en la cama. No, precisamente, para dormir.
–¡Hola Ken! –le saludó alegremente antes de besar fugazmente sus labios.
–Como siempre –él acercó el cuerpo femenino al suyo con un brazo y el otro acabó entre ambos. Sostenía, con este, un ramo de frondosas rosas de un vivo y flamante naranja–, tus rosas naranjas, recuerda que...
–No hay rosas blancas –terminó ella con una dulce, y amarga, sonrisa.
Lo amargo no pasó
desapercibido por Jaehwan que al verla coger las flores cabizbaja
avistó ese punto inusual en su mueca.
–¿Ocurre algo?
–Nada, simplemente cansancio.
Mentira, le estaba resultando tan fácil mentir las últimas semanas...
Al parecer él no quiso profundizar el tema, o simplemente no se dio cuenta de que había algo más en la actuación de su pareja.
–Debes descansar, Eun Ji.
–Lo sé.
Volvió a sonreír mientras iba a la habitación con las flores entre sus manos. Jaehwan la siguió instintivamente.
–¡Oh! Ya tienes sustituto para el pobre tarro –expresó Jaehwan al ver el recipiente donde Eun Ji ponía las flores–. Se suicidó y yo no hice nada por impedirlo... Lo llevé al borde de la desesperación y murió... Soy una mala persona. Pero tú también por no respetar el riguroso luto ¡¿lo has reemplazado así de fácil?!
Sus palabras las exageró
con sus manos, imitaba a una persona totalmente dolida por perder a
un ser querido y la chica no pudo redimir una carcajada. En realidad, Ken siempre le hacía olvidarse de todo con sus ocurrencias, con su
forma de hacer el payaso y, sobretodo, por tener siempre la salida a
sus problemas. Que lo hiciera para alegrarle el día a ella o que le
saliera inconscientemente, no le importaba en lo absoluto a Eun Ji.
Lo quería tal y como era ¿qué importaba el color de las rosas?
No hay rosas blancas, nunca hay rosas blancas para Eun Ji. En realidad le gustan las naranjas, aquellas que simbolizan su deseo de comer esa fruta, pero claro, ella es alérgica y su novio no lo sabe... patético... Yo sí, yo sé lo que anhela y se lo pienso dar...
Te lo voy a dar...
Eun Ji
abrió los ojos desmesuradamente al escuchar aquello. No había sido
Ken, de eso no tenía la menor duda ¿entonces? ¿Sólo el estrés la
estaba haciendo escucharlo? Miró a su alrededor y nada se
hallaba fuera de su lugar ¿qué demonios esperaba encontrar?
–¿Eun Ji? –preguntó Jaehwan.
–¡¿Qué?! –salió de su angosto pasillo de temores y miró a su novio intentando disimular cómo estaba por dentro–, digo, ¿qué, qué pasa?
–Hoy estás muy rara ¿ha pasado algo?
–No, no ha pasado nada. Recuerda que el estrés hace estragos en mí y hoy estoy más agotada de lo normal –aseguró agarrando el jarrón ya con las flores dentro y dispuesta a irse a la cocina para llenarlo de agua.
–Ven aquí.
Sin más,
Jaehwan le arrebató el jarrón dejándolo en la cómoda mientras se
acercaba a la muchacha lentamente. La abrazó, no comprendía qué
estaba pasando pero sabía que necesitaba su apoyo. La estrechó
entre sus brazos, viendo que le correspondía. Había hecho lo
correcto, ella estaba mal y, aunque no se sintiera segura de hablarle
de ello, él tenía que indicarle que estaba ahí, para ella,
siempre. Sonrió aliviado cuando la escuchó articular palabra.
–Jaehwan, creo... creo que aquello de lo que hablamos... –tragó saliva apartándose un poco de él.
–¿Lo de que te sentías observada? –ella asintió apunto de llorar–. Mi vida, no llores.
La abrazó de nuevo, esta vez más fuerte, con dolor ¿podría ser verdad? ¿La mujer que amaba se estaba volviendo loca?
–Es que... es que no sé qué es lo que me pasa. Es como si fuera mi conciencia pero... desde fuera. Sin embargo parece que me incita a plantearme ciertas cosas que creía absurdas hasta ahora.
Oh, eso
no estaba planeado. Se había metido en el lodo hasta el fondo. Ahora
tenía que darle explicaciones sobre sus dudas en su relación ¿por
una simple voz en su cabeza? Aquello era demasiado.
–¿Qué clase de cosas?
Ahí comenzaba la tortura.
–Detalles sobre... lo que me rodea, Jaehwan.
Ella no te quiere... no te desea...
En ese
momento el chip del joven cambió. Ya no pensaba que las sensaciones
extrañas que decía sentir Eun Ji fueran ciertas; era una excusa,
una excusa para hablar de sus dudas en la relación. Claro, ahora lo
entendía todo.
–¿Tienes dudas sobre nosotros? ¿Quieres cortar? –su tono subió inconscientemente. Incluso le dio la espalda sobándose la frente–. ¿Es eso?
Al volverse Eun Ji se dio cuenta de lo que habían causado esas palabras en él. La asustaba, tal y como lucía ahora, Ken le daba miedo.
–No, yo no he dicho eso –murmuró.
Al intentar calmarlo con su mirada vislumbró algo, algo que seguramente era fruto de su mente recién alistada para enloquecer y cerró los ojos. No podía ser verdad, ese rostro... ¡No!
–¿Entonces? No entiendo.
La miró, con sus ojos cerrados fuertemente y el temblor incesante de su cuerpo ¿qué coño hacía? ¿Qué le acaba de pasar? Jaehwan enseguida se arrepintió de su reacción y quiso compensarle el estúpido revés que había sufrido segundos antes. La quiso agarrar por los hombros y, con todo el dolor, vio que se encogía a su contacto, evitando delicadamente que la tocara. Estaba aterrada, de él. Volvió a repetir la acción, esta vez ella no se apartó. La sentó en la cama para hacerlo él también.
–Lo siento, nunca me había pasado esto. Perdóname, cariño, jamás volveré a ponerme así –Eun Ji lo pensó detenidamente ¿podría ser que él también estuviera siendo afectado por esa “extraña presencia”?–. Quiero escucharte y entender qué es lo que te pasa. Después veremos qué hacer para solucionarlo ¿vale? –propuso dulcemente.
–Gracias.
Sinceramente, lo agradeció. Ese lado agresivo de Ken jamás lo había visto, en cierto modo su confianza se había visto amenazada por ello. Dudaba en seguir contándole lo que sentía hasta que algo le hizo ver una posible causa a su comportamiento.
–Pero... ahora mismo... ¿qué te ha hecho pensar que yo... –intentó cuestionar ella.
–Nada –le espetó Jaehwan contundentemente.
Negaba lo evidente, lo había sentido pero no lo iba a aceptar.
La observo, desde hace mucho.
La odio, porque es de otro.La protejo, aunque no vaya con mi naturaleza.
La deseo, algo totalmente prohibido para mí.La amo, simple y llanamente, la amo...
–¡Cállate!
–¿Jaehwan? –algo no iba bien. Eun Ji ladeó su cabeza al intentar averiguar porqué su novio abrió los ojos como desquiciado, justo como adivinaba que ella los abrió al observar aquel rostro minutos antes–. ¡¿Jaehwan?!
No es tuya... No es tuya...
–¡¡Cállate!!
Sin que
la muchacha pudiera reaccionar, el susodicho se levantó y se dirigió
al baño en tan sólo un segundo. Lo siguió para recibir el portazo
detrás de él en plena cara. Gritó su nombre un par de veces antes
de comenzar a indagar en su cabeza. ¿Qué les estaba pasando? Eran
una pareja feliz, próspera, sin discusiones a penas ¿qué habían
hecho mal para pasar por eso?
Frente
al espejo, Jaehwan se echaba agua por el rostro. Se sentía culpable
por haber dudado un instante de ella. Había algo raro, había algo
que los acechaba a ambos ¿podría ser?
Lo sientes ¿verdad?Sientes que vuelvo a estar aquí, contigo.He vuelto para destronarte.
Como no caer en ello. Era él. Sin duda era él.
–Debí quemarte cuando tuve oportunidad ¿Qué tiene que ver ella en esto?
Ella no habría sido nada para mí pero lastimosamente estaba a tu lado para contemplarla... ahora la deseo, la quiero para mí, Jaehwan.
–Maldito seas, si pudiera regresar en el tiempo te mataría de nuevo.
Ya no eres un ser divino pero yo sigo siéndolo.
Jaehwan bufó.
–Sólo eres un maldito demonio, un demonio al que debí matar.
Pero no lo hiciste cuando tuviste oportunidad. Te pensaste más listo y ahora estoy encerrado, contigo...
–Renuncié a lo que era por contenerte en el lugar por el cuál jamás saldrás.
Ya no eres tan resistente viejo amigo, pronto tendré la oportunidad de liberarme.Si no lo he hecho ya... ¿Has visto como te has puesto al pensar que te dejaría? Wow, ella estaba aterrada...
–No, no volveré a descontrolarme eso... eso...
Puedo asegurarte que por unos segundos... ella... me ha visto.
Dios, tenía razón. La mirada de Eun Ji al mirarlo cabrearse era la de alguien que no estaba viendo a su pareja, no. Ella estaba viendo a otra persona, y al hacerlo se había asustado sobremanera.
–¡¡Jamás!!
–¡¡Jaehwan, respóndeme por favor!!
La voz
de Eun Ji esfumó aquel indeseable recuerdo. No, no era un recuerdo,
ojalá sólo fuera eso, algo que no llegara a hacer tanto daño...
Era el demonio que no quiso matar, por el cual perdió su
inmortalidad. Sí, era inmortal, un ángel dirían muchos. No se
consideró como tal cuando aceptó la tormentosa amistad con él,
Hakyeon. Ese que los traicionó y lo llevó a hacer lo mismo,
pensando que sus causas para desobedecer eran lo bastante
contundentes como para seguirle. Lo utilizó, le sirvió de trampolín
para hacer el mal ¿qué podía hacer si era su amigo? Nada, no hizo
nada.
Al ser
juzgado reconoció que fue débil, débil a la perversión escondida
entre las sonrisas y las falsas razones de Hakyeon. Tuvo que
renunciar a ser lo que era, sus alas fueron arrancadas y terminó
condenado a ser un simple mortal. Sin embargo eso fue sólo una
historia mal contada. Sabía que su maldito amigo volvería a
atormentarlo, volvería a incitarle el mal pensando que ya era un
simple ser humano, por lo que pidió una última oportunidad para
enmendar su error. Lo que ese desgraciado no se podía esperar, que
aquello fuese una farsa, una última prueba que se le había
encomendado a Jaehwan para saldar su deuda.
Su
sacrifico consistía en servir de recipiente para el mismísimo
Hakyeon, encerrándolo en su cuerpo junto a él. Debía consumirlo
con el poder que aún tenía y mantenerlo por siempre hasta que ambos
llegaran al infierno. Tarea sencilla si su mente era plena, sin dudas
sobre el bien y el mal. Algo tan sencillamente fácil como peligroso.
No obstante, el vivir como un ser humano le había hecho ver los
matices entre el blanco y el negro, los grises que le hacía admirar
a la raza humana y que ahora estaba encontrándose con lo que
siempre había temido, convertirse en uno de ellos por completo.
Ceder a sus impulsos. Hakyeon podía comerle terreno si flaqueaba y
eso era exactamente lo que estaba sucediendo. Maldita fuera su
existencia.
–Jaehwan... –dijo derrotada Eun Ji al verlo salir del baño y pararse justo enfrente de ella.
“Jaehwan”
repitió él en su mente. Si ella supiera quien era en realidad el
hombre que tenía por pareja, terminaría por volverse loca de
verdad. Y lo abandonaría. Esa realidad no entraba en sus planes.
La necesitaba. Ahora.
–¿Crees en los ángeles? –preguntó de la nada.
–¿Qué?
–Tú eres más pura que cualquiera de ellos ¿lo sabías? Te necesito, necesito tu nobleza para derrotarlo al fin –explicó, casi susurrando, cada vez más cerca de ella.
–¿A qué viene eso Jae...? –se vio interrumpida, por los labios de él.
Era un
tanto brusco, en otro momento lo habría parado, sin embargo
entendía, entendía que la necesitaba. Gimió al ver como mordía su
labio inferior antes de invadir su boca sin esperar que ella misma se
lo permitiera. Le agarró la cintura para chocarla con la suya.
Volvió a gemir. Completamente rendida, pasó sus brazos por el cuello de él.
Siempre
habían sido tan dulces sus encuentros sexuales que verse besada y
acariciada de esa forma la tenía confundida. Todo demasiado rápido
y a la vez distinto. Eun Ji estaba confundida, torpe y excitada. Por
primera vez con Jaehwan sentía verdadero deseo de culminar lo que
habían empezado. Era como si ambos estuvieran poseídos. Terminó
tirada en la cama con brusquedad ¿por qué demonios estaba
consintiendo que fuera todo tan precipitado?
A Eun Ji no le gustan las rosas blancas...
Ignoró
aquello mientras sentía como Jaehwan se deshacía de su camisa al
incorporarse a horcajadas encima de ella. Su cuerpo bien conocido por
la muchacha, se mostraba frente a esta sin descaro. ¿Por qué no se
había fijado antes? ¿Por qué de tantas veces que se habían
entregado ahora contemplaba el pecho de Ken con tanto fervor? Dejó
de preguntárselo cuando sintió las manos de él arrancándole,
literalmente, el vestido que llevaba puesto. Después él la admiró, a toda ella, sus manos recorrían lo que sus ojos habían examinado milésimas de segundos antes. En otro
momento le habría pedido que fuera más delicado y apagara la luz, no le gustaba que la pudiera ver tan expuesta. Hasta ahora. En esos momentos sólo disfrutaba de las atenciones de Ken, sin vergüenza. En ese preciso instante, le encantaba verse dispuesta para él. Sin
más lo atrajo hacia si para besarlo con impaciencia. Ahogó un grito
de satisfacción cuando se apretó contra ella, ambos estaban
rebosantes de excitación y ella no podía casi creerlo. ¿Por qué?
¿Por qué sentía que se estaba apunto de acostar con otra persona?
Aquello la abrumó, sin embargo seguía disfrutando de cada una de las caricias de aquel Jaehwan, diferente, distinto.
Él no es el que tú deseas...
Abrió
sus ojos ¿en esos momentos también debía aguantar aquella voz?
–¿Quién eres?
¿No ves quien está por hacerte suya?
Sin nada
más como propósito, agarró la cabeza que se enterraba en su cuello
llenándola de besos placenteros y entonces, lo vio. El rostro de
Ken no era tal. Era él. Era ese que le hablaba, ese que por un
momento había visto en lugar de su novio. Este era pelirrojo, de
ojos azabache y piel canela. Le sonreía, descaradamente. Al
separarse un poco de ella sus ojos negros la miraban exhaustivamente,
ya desnuda la volvió a examinar.
–Sabía que esto es lo que deseabas... Desde que me viste por primera vez.
Ella cayó en la cuenta. Hacía ya un mes que lo había intentado negar, no obstante, sus sueños la traicionaban.
–Pero... ¿Jaehwan?El índice de aquel extraño, o no tan extraño, se posó en su boca. Aquello se le antojó hasta provocativo.
–Shh...
Se
miraron, se entendían. Eun Ji por fin lo entendía. Lo deseaba, por
mucho que quisiera alejar sus impulsos, deseaba a aquel diablo que se
metía en su perfecta relación con Jaehwan y que ahora se hallaba
entre sus piernas. Demonios...
–Efectivamente, un demonio.
Estaba
convencida, ya no le importaba nada más que estar con N, sí así le
llamaba. Lo había nombrado así desde aquella vez que lo vio en su
sueños. Caliente y atrevido, como en esos instantes lo estaba siendo
con ella debajo.
¡¡NO!!
Jaehwan,
ese era Jaehwan. Tan distante, tan lejano ¿dónde estaba? En ese
momento Eun Ji sintió como N paraba en seco. Quizás...
Eun Ji, no cedas, él no debe arrastrarte como a mí, él no...
–¡Cállate inútil! –advirtió Hakyeon.
Si no puedo contenerte en vida lo haré en el infierno, maldito.
Eun Ji
se inclinó bruscamente, algo no iba bien. El rostro de su novio
volvía, N se había esfumado.
–¡Jaehwan!
Ahí fue
cuando notó algo líquido bañar su vientre, la sangre de Jaehwan se
vertía sin control en ella. Miró entonces el abdomen de este y
atisbó un cuchillo hundido en él. De la boca masculina también
brotaba rojo carmesí.
–¡Jaehwan, perdón! ¡Perdóname!
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Jaehwan
se despertó en el hospital, ella estaba a su lado. Ella llorando lo abrazó aliviada de que no lograra quitarse la vida.
Lo que Eun Ji no sabía es que Jaehwan ya no estaba, como siempre.
Hakyeon sonreía mientras la abrazaba con los brazos de otro. Sonreía
por conseguir al fin lo que quería.
Maldito, mil veces maldito, Hakyeon.
–Te lo dije, Jaehwan. He conseguido lo que quería.
A Eun Ji.
–A Eun Ji...
¿FIN?
No hay rosas blancas by Laura Ramírez Patarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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