Reconocimiento – NoComercial – SinObraDerivada (by-nc-nd): No se permite un uso comercial de la obra original ni la generación de obras derivadas. |
- 1º No se puede sacar dinero de ella, ya que es mía y hecha sin fines lucrativos.
- 2º No se pueden hacer adaptaciones de ningún tipo sin el consentimiento del autor, o sea, yo. Una adaptación es toda aquella que tenga similitudes con la historia original en un 80% o la trama sea la misma. En caso de ambas es directamente un plagio.
- 3º No se puede compartir la obra o fragmentos de la misma sin los créditos pertinentes, sobretodo sin siquiera avisar al autor.
Aclarado esto, la entrada comienza ahora mismo...
---
Bueno, como ya es 28 y os dije que tenía algo preparado para este día pues aquí os lo dejo.
Es un regalo de cumpleaños para mi Carla, y aunque este día se lo he dicho ya un montón de veces se lo vuelvo a decir "te quiero".
Ahora os dejo leer sin más:
El rinconcito de los sueños
Y al volver al lugar
donde comenzó todo me inundan los recuerdos. Ahora, frente al
rinconcito donde nuestras pequeñas e inocentes cabezas formaban
aquellos preciosos sueños, me doy cuenta que aún habiéndolos
cumplido la felicidad no está de nuestro lado.
¿Por qué esos sueños
infantiles tuvieron que separarnos para siempre? Si pudiera
retroceder en el tiempo, a ese segundo dónde tú y yo nos
conocimos...
------
–Hakyeon, vete mirando los alrededores. Seguro que te gustará familiarizarte antes con el barrio ¿no?
–Sí, eso haré.
El chico se alejó de
su madre. Comenzó a andar por la acera pasando de baldosa en baldosa
y de vez en cuando dando un brinco. Ella lo veía sonriendo antes de
seguir hablando con la mujer que tenía en frente. Tenían
intenciones de mudarse a ese barrio y su agente inmobiliario le
aconsejó hablar con la dueña de aquella casa. Justo la que su hijo
bordeaba investigando. Era otoño y las hojas de los árboles le
servían de entretenimiento, al coger un puñado las tiró por encima
de su cabeza. Ni el frío, ni el grito de su madre lo iban a detener,
estaba disfrutando con lo que iba a ser un nuevo hogar. El
abandono por parte de su padre les afectó tanto a él como a su
progenitora y a pesar de los malos ratos que tuvieron que pasar,
juntos salieron adelante. Su madre era su heroína, su todo y a sus
doce años ya sabía lo que era madurar forzosamente. Así que esos
momentos aprovechaba para ser eso: un simple niño. Radiaba felicidad
por los cuatro costados viendo la zona. Realmente era un barrio
tranquilo y sobretodo bonito.
Ignoró el sollozo la
primera vez, a la segunda le fue imposible. Se dirigió hacia la
calle colindante, de dónde venía aquel pequeño lamento. A la mitad
quedó prendado de la escena: la luz del sol le daba a aquella
escalera un aspecto deslumbrante, casi mágico. Las ramas del árbol,
que caían justo en frente de esos escalones, estaban llenas de
flores de un tono anaranjado; la barandilla color cobre destellaba
poderosamente. Cierto era que todo aquello era tan bonito que parecía
ser imposible.
Pero lo que llamó su
atención fue aquella figura que contrastaba totalmente con todo lo demás,
aquella chica que lloraba en el cuarto escalón y vestía un vestido
oscuro, si no se equivocaba, era un
Hanbok
mate,
totalmente negro. Tenía abrazadas sus piernas con los brazos y su
cabeza se escondía entre ellos. Su pelo extendido por los lados le
tapaban completamente el rostro.
–Hola.
No pudo decir nada más.
No la conocía, no sabía cómo actuar para que esa muchacha no
huyera de él. Tuvo el impulso de acercarse, no obstante, la visión
entre los barrotes de la barandilla les daba esa seguridad inicial a
ambos.
Tragó saliva cuando ella
alzó su rostro hacia él. Como esperaba estaba confundida y
aterrada, pero ni las escandalosas lágrimas que abundaban en sus
mejillas ocultaban lo bella que era. El niño quedó prendado de ella
y no pudo ocultar su más sincera sonrisa. Enmarcaría ese recuerdo
como se enmarcaba un cuadro para que perdurara por siempre. Entonces
sucedió algo aún más hermoso. Esa joven le devolvía el gesto, le
sonreía. Lo había hecho, con un simple “hola” alejó por unos
segundos aquello que la afligía y se sintió dichoso, como cuando su
padre aún estaba con ellos.
–Hola ¿Eres nuevo aquí? ¿Cómo te llamas? –pronunció ella.
–Sí, estoy por mudarme. Y mi nombre es Hakyeon –se tomó el atrevimiento de ir y subir un par de peldaños para quedar frente a frente–. ¿Y el tuyo?
–Eun Ji –dijo secándose las lágrimas e invitándolo a que se sentara a su lado, no lo dudó.
–Este lugar es muy bonito.
–Sí, siempre vengo aquí para pensar aunque... –su voz se quebró y Hakyeon no pudo más que sobarle la espalda gentilmente mientras volvía a escucharla llorar–. mi madre... mi madre se ha ido.
Oh, la miró de nuevo
¿cómo no se había dado cuenta? Estaba de luto ¿Su madre acababa
de morir? Reforzó el abrazo rodeándola por completo. No quería ni
pensar en qué haría si su madre... Necesitaba reconfortarla con
palabras, aunque el gesto quizás bastara, quería darle algo más
que un simple hombro donde apoyarse.
–Mi padre también se fue –ella lo miró desconcertada–, mi madre es lo único que me queda así que no puedo imaginarme sin ella. Seguro que tu padre...
Eun Ji paró en seco, él no quería meter la pata así que mejor esperó que la chica se abriera un poco más o simplemente se fuera.
–Oh, mi padre debe estar buscándome. Oh, ¿porqué he sido tan egoísta? No le he dicho dónde iba, él debe estar igual de triste y yo...
Se levantó de sopetón, a Hakyeon casi le dio un infarto. Igual la quiso tranquilizar.
–Cuando pasan estas cosas es mejor quedarse en un mismo sitio hasta que te encuentren. Seguro está buscándote y si vas tú en su busca quizás estaréis dando vueltas sin rumbo.
Eun Ji se giró hacia Hakyeon.
–Tienes razón, toda la razón.
Se sentó de nuevo con brusquedad. A él no le molestaba, al contrario. Sus gestos y su carácter espontáneo le estaban dejando embobado. Sonrió sin poder remediarlo.
–Eh ¿lo siento? Te estoy agobiando ¿verdad? Vete, mejor que sigas explorando tu nuevo hogar. Quizás te guste el parque o la pista de skate que hay a sólo dos manzanas de aquí –le comentó ella.
–No te preocupes, tranquila, me quedaré aquí hasta que llegue tu padre. Y no voy a encontrar nada mejor, creo que ya he encontrado lo más bonito, algo que me gusta.
Irremediablemente se sonrojaron ambos, aquello no debía de haber sonado tan incómodo pero así fue.
–Gracias –susurró Eun Ji.
–De nada –y tras carraspear quiso cambiar de tema–. Mi madre me dijo una vez que si me sentía solo pensara en un sueño –sus ojos destellaron algo que no comprendió, quizás deseaba escucharlo aún con el dolor que la destrozaba por dentro.
–¿Un sueño? –repitió ella.
–Sí, ese sueño que cada uno de nosotros guarda para si mismo y que, hasta que no lo cumple, no se da por vencido. Uno que, según mi madre, sólo se le cuenta al mejor amigo –contó Hakyeon sin querer mirar demasiado a la muchacha, todo se había vuelto demasiado embarazoso después de su flamante frase.
–Entonces yo tengo uno, quiero ser médico –de nuevo la veía levantarse, como restándole importancia a todo lo demás ¿cómo lograba conseguirlo? Incluso a él lo estaba llenando de felicidad con su naturalidad–, quiero que a los demás no les pase lo de mi madre. Quiero ser la mejor y que nadie tenga que pasar por lo que mi padre está pasando.
Otra vez su aura cambiaba, su mueca torcida denotaba melancolía, sin embargo, seguía con esa fuerza en su mirada.
–Pero... no tenías porqué decírmelo a mí es decir... –balbuceó Hakyeon, tratando de comprender.
–¿Por qué? Ya lo he decidido: a partir de ahora eres mi mejor amigo. Gracias a ti sé que mi madre estará orgullosa de mí cuando cumpla ese sueño.
Tan simple y llana que asintiendo volvió a tragar saliva.
–¡Cariño!
Una voz masculina la hizo volverse, levantarse e ir corriendo hacia su portador.
–¡Oh, no vuelvas a hacer eso Eun Ji, entiendo que... –aquel hombre se percató de la presencia de Hakyeon–, ¿un nuevo amigo?
–Sí, se acaba de mudar y este será nuestro rinconcito de los sueños –respondió ella guiñándole el ojo a su nuevo compañero antes de despedirse agitando enérgicamente su mano.
Inesperadamente vio que
su mueca ya no era triste, se reflejaba en sus ojos. Él hacía lo
mismo, enmascarar su tristeza con la niñez, con lo único que los
podía ayudar. Los sueños.
Sí, ese sería su
rinconcito de los sueños.
------
Y aún lo es ¿por qué sólo yo estoy aquí de pie? ¿Dónde estás? ¿Al final has alcanzado tu sueño? Yo el mío aún no. Sí, te mentí, mi verdadero sueño jamás te lo quise decir...
------
Y Hakyeon volvía a estar
sentado en aquella escalera, como todos los últimos años en los que
quedaban para hablar de sus sueños y luchar por ellos. Aunque el
mayor sueño de aquel muchacho fuera...
–¡Hakyeon! –le llamó la atención Eun Ji, esta mostraba su característica sonrisa.
–¡Eun Ji! –gritó él levantándose para abrazarla–. ¿Qué tal? ¿Lo has conseguido? ¿Te han admitido?
–Eh...– se hizo de rogar–, sí, estoy dentro Hakyeon ¡dentro!
La felicidad le invadió a él también y sin que ella pudiera evitarlo Hakyeon comenzó a girar sobre si mismo sin dejar de abrazarla, por lo que Eun Ji se vio en el aire mientras daban vueltas.
La muchacha había
conseguido plaza en unos de los hospitales más importantes de Seúl.
Un prestigioso jurado la evaluó y tras un exhaustivo examen la
aceptaron. Toda su vida detrás del sueño que por fin se cumplía.
Tanto ella como Hakyeon habían trabajado en ello, porque él la había
acompañado todas esas noches en vela estudiando y la había llevado
siempre hasta dónde hiciera falta para sacar el máximo provecho de
sus estudios. Lo habían dado todo.
–No sabes lo feliz que me haces Eun Ji.
------
En realidad no lo sabías. Fui demasiado egoísta.
------
Eun Ji lucía su uniforme del hospital, había acabado su turno y la llamada de Hakyeon citándola en su rinconcito la preocupó un poco. Hacía un año que comenzó a trabajar como médico interno y nunca había recibido un sólo mensaje para quedar en aquella escalera, siempre era una llamada alegre y con intenciones de recordar el encuentro debajo del árbol de hojas naranjas, pero jamás un simple mensaje como ese: “Tengo que decirte algo, espérame en el rincón de siempre”.
–Eun Ji –apareció delante suya, no sabía cómo había llegado hasta allí sin que ella lo notara–. Mi madre se casa, Eun Ji.
Su tono no era el de un hijo que se alegrara por el compromiso de su progenitora, era uno devastado, como si fuera su sentencia de muerte.
–¿Y? ¿Qué hay de malo en eso? –preguntó incrédula.
–¿No lo sabes? –la miró sin poder creerse su ignorancia.
–¿Qué debería saber?
–Mi madre se casa con tu padre Eun Ji. El hombre que ha robado el corazón de mi madre es tu propio padre –terminó por decir.
Eun Ji tapó
su rostro con una mano, por la verdad desvelada. Si
bien les habían mentido no había nada entre ellos dos para tener
prohibido enamorarse y, sobretodo, casarse. Lo que le dolía era la mentira.
Hakyeon, al mirarla de nuevo, notó su indignación. Aunque no llegaba a sentir lo mismo que él. Lo sabía. A ella le molestaba que sus padres les hubieran ocultado algo demasiado importante porque ya no eran unos críos para no entender tal situación.
Hakyeon, al mirarla de nuevo, notó su indignación. Aunque no llegaba a sentir lo mismo que él. Lo sabía. A ella le molestaba que sus padres les hubieran ocultado algo demasiado importante porque ya no eran unos críos para no entender tal situación.
–¡¿Qué?! –ella sobó su pelo y, al llegar a la goma que lo sostenía en la parte posterior de su cabeza, se la quitó bruscamente–, es decir, ¿por qué nos lo han ocultado? Saben que somos amigos desde que tú y tu madre os mudasteis aquí, no veo el propósito de ocultar tal cosa ¿por qué mi padre no...
Se tapó el rostro con su pelo. En ese tiempo lo tenía bastante corto a comparación de la larga melena que acostumbraba a llevar antes de consiguiera ser médico. Aunque a Hakyeon le gustara largo, en esos momentos era igual de preciosa para él.
–Eun Ji, yo...
Calló el impulso ¿para qué decirlo? ¿Para qué si ya daba igual? Ellos dos nunca...
–Quiero saber él porqué nos lo han ocultado, sólo eso.
–Eun Ji...
Quería
contarle la verdad, que su madre sabía de sus sentimientos y, que
por no dañarlo, hasta el momento en que su hijo no diera su aprobación
no aceptaría al padre de Eun Ji como su esposo. Esa tarde se la dio.
Con todo el dolor del mundo escuchó al padre de su amiga rogarle que
lo reconociera como tal y, lo hizo, simplemente lo hizo.
Si
Eun Ji se enterara que él si lo sabía y que sus sentimientos por
ella no eran los que le mostraba. Si
supiera que su mayor sueño no era convertirse en profesor...
------
Mis peores momentos fueron cuando tuve que actuar como tu hermano. Como si tú fueras mi pequeña pariente a la que quería, a la que deseaba de otra manera. Dios mío, pensar en ello me hace sentir un desgraciado. Sí, por eso tomé esa decisión que jamás comprendiste.
------
–¿Por qué? ¿Por qué nos dejas ahora que todo nos iba bien? –le reprochaba Eun Ji.
–Lo siento, yo no logro encontrar mi lugar Eun Ji. Debería estar feliz por tener al fin una familia pero no lo estoy. No me preguntes porqué ya que ni yo mismo lo sé. Simplemente quiero irme y quizás en un futuro pueda volver a encontrarme a mí mismo. Y pueda volver para quedarme con vosotros –Hakyeon decía aquello mientras recogía su ropa en la maleta.
Aunque
cada uno viviera en su propio departamento, las reuniones y las
fiestas las pasaban en familia, los cuatro. Había tal confianza y
fraternidad que si no fuera por esos malditos sentimientos, que según
le había dicho a su madre desaparecieron tiempo antes y que en realidad aún albergaba por Eun Ji, todo habría sido perfecto.
Ella lo seguía por la habitación aún sin entender qué le había
hecho tomar esa decisión tan repentina. Se suponía que ambos ya
habían conseguido sus sueños por lo que sólo quedaba disfrutar
viviéndolos junto a la gente que más amaban. Sus lágrimas
comenzaron a caer y a Hakyeon se le partió el alma. A pesar de que
hacerla llorar jamás había sido su propósito, era mejor que
revelarle la verdad, entonces sí le rompería el corazón por
completo. La abrazó como otras tantas veces, no obstante, ese abrazo
les supo a despedida a ambos.
Él
se maldijo por saber que seguramente sería el último.
Ella
alargó el momento más de lo que se les tenía permitido.
------
Y aquí estoy, de vuelta y sin saber bien porqué estoy aquí. Quizás la estúpida esperanza de que mi sueño se haga realidad, o mi tonta creencia de que todo podría cambiar. Sé que he sido un cobarde y que jamás te dije lo que sentía. Si te lo hubiera dicho mucho antes de que nuestros padres...
–Hakyeon, ¿cuál era tu verdadero sueño?
Tomo eso como la
pregunta de mi propia conciencia. No obstante tiene otra voz, tiene
tu voz. Alzo mi rostro hacia arriba sin esperar que alguien esté
frente a mí.
Y te
veo ahí, de pie y con tu sonrisa característica. Tu pelo largo como
cuando te conocí y tu mueca relajada y feliz. Preciosa. Mi corazón
se detiene por unos segundos y lo único que pienso es en besarte.
No.
No puedo hacer eso así que me levanto y te abrazo aún más fuerte
que la última vez. Te vuelvo a tener entre mis brazos, igual de
prohibida, igual de lejana. Pero a mi lado de nuevo.
–Hakyeon, ¿cuál era tu verdadero sueño? –repites después de apartarte un poco de mi fuerte amarre.
–Yo... –no encuentro las palabras, no puedo confesar lo que he ocultado por años.
–¿Por qué no confiaste en mí? ¿Por qué, aún sabiendo que yo te había contado el mío, no fuiste sincero?
Pareces
saber más de lo que dices y me dejo llevar a sabiendas de que puedo
equivocarme. Tanto tiempo lejos de ti me hace aferrarme a lo único
que nos une.
–Un cobarde, por que era un cobarde Eun Ji –termino por responder.
–Yo también lo era –aclaras dejándome sin qué decir.
–¿Qué?
–Como tú, mi sueño está cumplido pero jamás te he podido decir el que de verdad anhelaba. Así, igual que tú.
Intento encajar lo que acabas de decir y después de calmar la ansiedad que me provoca tu insinuación deseo aclarar mi duda.
–Y... ¿y cuál es?
–Creo que ambos lo sabemos, porque es el mismo ¿no?
Ahí
capturo tus labios sin pensar en las consecuencias. Sin pensar que
para los demás somos como hermanos, no, para ellos somos hermanos.
Pero me da igual, saboreo el momento y compruebo que me correspondes
de la misma manera. Estoy en el cielo.
–Dios esto... esto no puede... –digo después de romper el beso y la magia.
–Shh, en unos días me voy a Houston. Tengo plaza en el hospital más importante de ahí y... al averiguar que tú vives allí no lo he dudado un segundo, Hakyeon –mi corazón da un vuelco–. Quiero ser valiente ahora y ser fiel a nuestro rinconcito de los sueños. Cumplamos el que tanto hemos deseado estos años.La dicha que me inunda es incalculable, tanto que me siento a reventar.
–Eun Ji. Te quiero, no como una hermana, como la mujer por la que he velado desde que tenía doce años. Está claro que iré dónde tú vayas aún si nos lo prohiben.
Y lo voy a cumplir, cueste lo que nos cueste.
–¿Aún si es casi imposible cumplir nuestros sueños, Hakyeon?
–Sí, aún así.
Nos fundimos en un nuevo beso lleno de esperanzas y sueños que estoy seguro se van a cumplir.
Fin
El rinconcito de los sueños por Laura Ramirez Patarro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario