Ahora a leer...
Introducción
Capítulo 1: Ojos que no ven...
-según Sung Hee-
Las
preparaciones iban viento en popa. Hakyeon no la había molestado,
esto se lo debía a Leo, que lo apartó de ella en lo que terminaba
de preparar su fiesta sorpresa. El moreno llevaba tiempo oliéndose
que tramaban algo y sólo atosigaba a la muchacha, por el simple
hecho de que se le ponía difícil decirle un simple “no”. Por
suerte Taekwoon se apiadó de ella esa mañana y lo mantuvo alejado
del gimnasio, donde se celebraría su cumpleaños y donde ahora Sung
Hee estaba terminando de decorar apropiadamente. El profesor de
educación física se había mostrado reticente, sin embargo, la
capacidad de persuasión de la chica traspasaba cualquier límite,
era extraño que en caso contrario se rindiera tan fácilmente al
ceder a una petición -y más viniendo del famoso N- el cumpleañero.
Su mejor amigo junto a Leo, aunque desde hacía algunas semanas, se
había sentido cohibida por el mayor ¿qué podía estar pasándole
con él?
Los
conoció a ambos en preescolar, habían formado una piña
inquebrantable, envidiada por muchos y odiada por otros tantos; Leo,
el chico más popular allá donde fuera. Guapo por naturaleza y
siniestro a partes iguales. Tan frío la mayoría del tiempo que Sung
Hee aún no comprendía como se juntaba con ellos, quizás por el
casi inapreciable cariño que les tenía o el simple hecho de haberse
acostumbrado a la compañía de ellos dos; Hakyeon, que era el típico
sabelotodo del instituto, gafas culo botella y un pelo azabache que
le cubría la frente -un complejo que lo perseguía de siempre-. Su
encanto, como el de Leo, era el de estar ahí cuando se le
necesitaba, podría tener los defectos o las virtudes que quisiera
pero era esa predisposición a ayudar a quien lo pedía, lo que lo
hacía especial; Y Sung Hee, la chica tímida que sin quererlo tenía
el cariño de todo aquel que la llegara a conocer, menuda en
comparación al fortachón de Leo e ideal si se comparaba con la
complexión de Hakyeon. Vistos desde otra perspectiva parecían una
pareja, una que otra vez, en alguna discusión Leo los había
nombrado marido y mujer, quedándose tan campante. Causando risas
cada vez que lo mencionaba, él nunca bromeaba, que constara en acta.
La
joven valoraba a aquellos granujas, para bien o para mal, ellos
habían sido su apoyo prácticamente toda la vida, vivir sin ellos no
se le cruzaba por la mente, y menos en esos momentos de cambio que
experimentaban. En la universidad, volvían a reunirse. Al parecer el
destino los quería juntos. Sin embargo algo fue distinto: Hakyeon.
Sin razón alguna, apareció cambiado radicalmente, esas gafas fueron
sustituidas por lentillas y su color de pelo pasó de negro neutro a
un chocolate que combinaba con su color tostado de piel, unas ondas
que distaban de su habitual liso sin vida y su porte inseguro e
inquieto ahora era completamente confiado y altivo.
Ya
su complejo no era tal, pero en esos instantes comenzaron a
molestarlo por su color de piel, dando pie a burlas, volviendo a lo
de siempre -al parecer el cambio no resultó del todo como esperaba-
así que quiso volver a las gafas culo botella y a no preocuparse por
moldear su pelo. Sung Hee era la única que lo animaba diciéndole
que amaba su color de piel y todo lo que decidiera cambiar o no de si
mismo. No obstante, habría preferido que ella fuera como los demás
y no tan buena para con él, así no habría comenzado a albergar
aquellos sentimientos que claramente jamás se verían correspondidos
¿a quién iba a engañar? Seguía siendo el nerd de la escuela, por
mucho que cambiara, ella lo querría como amigo pero nunca lo vería
como un hombre. A pesar de ello, no volvió a su look descuidado, por
ella.
Habían
comenzado su segundo año en la universidad y podría decirse que
todo estaba en calma. Tanto en el centro como en sus vidas
personales, aunque a Leo le trajera de cabeza esa estúpida de Iseul
¿quién era Iseul? Esa a la que todos adoran, a la que todos prestan
atención. La típica chica que rebosa aparente perfección, esa que
desprende prepotencia por cada poro de su piel, esa que deja
embobados a los chicos con sólo un gesto. Ciegos, todos ciegos... Le
extrañaba que Hakyeon no hubiera caído ante ella como todos los
demás, sonrió inconscientemente, ese N era tan raro y único... se
encontró con su reflejo en uno de los espejos del gimnasio ¿qué
hacía con esa sonrisa estúpida en la cara? Debía salir de allí
cuanto antes y no estar pensando tonterías.
Sung
Hee negó con la cabeza a la vez que terminaba de colocar una tira de
globos extendida en la barandilla de las gradas. Suspiró al ver su
gran trabajo y decidió que ya era bastante por el momento, no quería
que quedara tampoco muy arrecalcado, no se trataba de una de sus
amigas si no de un chico, el chico que a pesar de estar siempre
molestándola con sus teorías, sobre cualquier mínimo detalle, era
un apoyo incondicional, incluso más que el propio Taekwoon.
-¡Sung
Hee!- Se llevó el susto de su vida, hasta que vio de quién provenía
esa voz, era Mi Cha. Una de sus amigas, podía confiar en ella, no
tanto como esos dos, pero la consideraba muy buena chica y una
excelente persona. La vio apoyarse en la puerta y asomar la cabeza y
parte de su pecho por ella. -Taekwoon me acaba de avisar. Cierra el
gimnasio o la sorpresa se irá al garete. Hakyeon viene corriendo
hacia aquí-
-¡¿Qué?!-
De
pronto la invadió el pánico. Debía recoger los materiales que no
sirvieran en un futuro y su mochila.... maldición, tenía todo su
contenido fuera, desparramado por el suelo, hasta los libros de
contabilidad los había sacado por no dar con el dichoso pegamento de
barra.
-Vamos
Sung, lo estoy viendo desde aquí. Está corriendo de aquella manera
por el patio trasero- Dijo conteniendo una carcajada, mezcla del
nerviosismo y de la graciosa escena que se le presentaba.
Sung
Hee le habría acompañado en su diversión ya que adivinaba la
manera tan peculiar en la que estaba corriendo aquel muchacho. Sin
embargo estaba muy ocupada metiendo en la mochila todo lo que podía,
no le daría tiempo, no llegaría obtenerlo todo...
El
muchacho era seguido de cerca por Taekwoon. Este intentaba hacerle la
zancadilla de vez en cuando para hacerlo caer y ganar tiempo, no
obstante, la velocidad que la curiosidad le proporcionaba a N no
estaba siendo ni normal. En una de esas tuvo que sacarse las manos de
los bolsillos y dar un par de pasos más grandes que el resto para
adelantarlo, odiaba perder el porte impoluto y elegante que siempre
luchaba por mantener. Hacía excepciones sólo, y exclusivamente,
para practicar deporte; siempre que fuera en competencias con un
objetivo claro: ganar.
-Déjate
de tonterías, has perdido el último cable que tenías en la cabeza-
Espetó Leo mientras ponía el antebrazo en el pecho de Hakyeon,
impidiendo que avanzara.
-No
soy gilipollas, os traéis algo... Y voy a averiguarlo-
-Ese
tinte nuevo te ha comido las neuronas- Al ver los ojos obcecados de N
se dio por vencido, apartando su brazo de él y llevando sus manos de
nuevo a los bolsillos. -Bien, haz lo que te dé la gana- Ya le daba
igual, si descubría la sorpresa no era culpa suya. Lo sentía por
Sung Hee, tenía mucha ilusión en hacerle aquello a ese cabezón.
-Eso
haré- Triunfante rodeó a su amigo y volvió a emprender su carrera
hasta el gimnasio.
Otro
obstáculo se interponía: Mi Cha.
-¡Hola!
¿qué tal estás cerebrito?- Pronunció la muchacha, no había burla
en su tono, era amistosa, demasiado.
-Aparta-
Sin
más la empujó bruscamente haciéndola a un lado y terminó en la
puerta del pabellón de gimnasia. Al poner la mano en el pomo respiró
fuertemente, espera ¿qué? ¿Qué pensaba encontrarse? ¿No se había
pasado de psicótico? No, algo andaba mal, así que giró dicho pomo.
Pegó un respingo cuando la puerta casi le parte la nariz al abrirse
desde dentro con rapidez. De allí salió Sung Hee que con soltura y
máxima velocidad cerró la puerta tras ella, sin posibilidad de que
el muchacho avistara algo antes.
-¡N!
¿Qué te trae por aquí? ¿Al fin te has decidido a ser deportista?-
Improvisó la joven. Desvió su mirada hacia Mi Cha, Leo se
encontraba ya al lado de ella, sin mueca alguna. Se encogió de
hombros cuando vio los ojos acusatorios de Sung Hee sobre él.
-¿Qué
hacías ahí dentro?- Preguntó mientras se ponía de puntillas y
movía su cabeza para intentar alcanzar los cristales superiores de
la puerta sin éxito.
-El
profesor de gimnasia me había mandado ordenar un poco el pabellón-
¿Daría resultado aquella mentira? Se obligó a reforzarla cambiando
de tema. -¿Qué pasa? Te noto raro. Más raro de lo normal- Lo vio
relajarse.
-¿Eh?
Nada, tranquila. Son locuras mías, ya sabes- Le sonrió.
¿Decepcionado?
Podría ser ¿Triste? Seguramente. Algo se le escapaba y no quería
pensar lo que su mente le intentaba mostrar. Sung Hee, al fin y al
cabo sólo era su amiga, si se encontraba con alguien en el gimnasio
no era nadie para oponerse a ello.
Ella
notó como Hakyeon se daba por vencido yendo hacia Leo, suspiró
sonoramente. Habían logrado que no se enterara de la sorpresa. A
pesar de que sus cosas seguían dentro, tanto la mochila como los
libros que debía utilizar esa tarde para estudiar. Maldición esa
puerta se cerraba automáticamente y sólo se podía maniobrar por
dentro, se necesitaba una llave para volver a abrirla desde fuera.
Hablar con el profesor sería un fastidio, aunque debía hacerlo si
quería aprobar el examen al día siguiente. Quizás más tarde,
antes de que terminaran las clases le pediría aquello.
---
Las
dos de la tarde y el timbre sonó sin falta. Los alumnos se
levantaban apresurando sus movimientos al recoger todo y salir
pitando de allí. Sung Hee le agradeció a Leo por enésima vez el
haberle dejado un bolígrafo y folios para tomar nota.
-Gracias
Leo, no sé qué haría sin ti- Expresó la muchacha tendiéndole el
boli que no fue recogido como esperaba.
-Quédatelo-
Pronunció con desgana.
Típico
de él. No aceptaba las gracias ni las adulaciones, nada que lo
hicieran amable frente a los demás, sin embargo su bondad se
escapaba por el muro que se había creado, por lo menos para ella y
Hakyeon ese muro parecía ser menos grueso.
-Gracias-
Repitió.
Leo
soltó un bufido seguido de un “lo que sea” y sin más se alejó
de ella, por lo visto había captado algo que llamaba su atención,
al girar su cabeza Sung Hee comprendió de qué se trataba: Iseul.
Seguramente la seguiría en silencio hasta su casa, el secreto tan
bien guardado de Leo. Lo descubrió por casualidad, un día, cuando
tuvo que hacer un recado antes de volver a casa. Leo parecía
seguirla de lejos, protegiéndola como un guardaespaldas. Ojalá
alguien le abriera los ojos y le hiciera ver que esa muchacha estaba
hueca por dentro, sobretodo desde que la vio humillando, en la parte
trasera del centro, a la más pequeña de la clase: Lissy, una chica
de Busan con su acento bastante marcado, motivo más que suficiente
para la burla y el acoso por parte de los más “cool” de la
universidad. Habría hablado sobre ello pero las consecuencias, y la
petición de la misma Lissy, de no comentarlo por vergüenza, le
habían obligado a ocultar aquello.
Suspiró
por tercera vez esa mañana y se dispuso a salir del aula. Ahora
venía la estrategia de dar lástima frente al profesor y conseguir
la dichosa llave del gimnasio. Bendita fuera su capacidad de
convicción... No obstante, se vio retenida por una mano en su brazo
derecho, Hakyeon la sujetaba suavemente.
-Quiero
la verdad. Simplemente quiero que confíes en mí, yo no...-
-¿De
qué hablas N? ¿A qué te refieres?- Tenía que disimular, si
sospechaba algo debía mentir hasta el final, esa sorpresa debía
salir bien, como se llamaba Sung Hee, debía salir bien.
-Por
favor Sung... ¿qué te cuesta decirme que tienes a alguien especial?
Yo... yo puedo ayudarte, yo soy tu amigo, podría... podría...-
-¿Qué?
¡¿Te has vuelto loco?!- Apartó la mano de Hakyeon de su muñeca.
Le estaba dando miedo.
-Simplemente
pensaba que eramos amigos- Los ojos de la muchacha mostraban una
mezcla de confusión, incredulidad y indignación ¿qué ocurría con
él?
-No
sé de qué me estás hablando. Estás muy raro- Aquello se le había
ido de las manos, no sabía qué responderle, todo estaba tan fuera
de lugar que tenía ganas de golpearlo, quizás así volvía el viejo
Hakyeon.
-Lo
sé, sé que soy raro pero pensaba que a ti eso te daba igual...-
Dicho esto le dio la espalda y fue en dirección contraria a ella.
-Hakyeon
¡Hakyeon!-
No
entendía nada, aunque quisiera ir tras él y aclararlo, su vida
estudiantil dependía de sus notas y por tanto necesitaba su mochila.
Seguramente N tenía una de sus crisis existenciales, a veces pasaba
por aquello, no era la primera vez. Con pesadez lo imitó y se fue
hacia la sala de profesores.
---
Ya
estaba en aquel gimnasio, con una sonrisa triunfante. Había sido
demasiado fácil hacerse con la llave. Al recoger todo y echar un
último vistazo al lugar se sintió orgullosa de si misma. Hakyeon se
caería de espaldas al ver que no se habían olvidado de su
cumpleaños. Siempre le hacían la misma jugarreta, y el tonto nunca
se daba cuenta.
Pensar
en ello le hizo recordar su comportamiento al terminar las clases
¿qué había sido eso? ¿A qué se refería con “alguien
especial”? Nada, con la fiesta que unas horas más tarde se iba a
celebrar se le quitaría cualquier problema de la cabeza. Podía
decir que lo conocía bastante bien y que una cosa así lo dejaría
pasmado de la emoción. Sonrió saliendo de allí. Cuando dieran las
siete de la tarde, la felicidad inundaría el recinto, había hecho
un buen trabajo.
---
-Vamos
Hakyeon, no seas imbécil- Espetaba Leo tirando de su amigo.
Lo
estaba odiando en esos momentos. Jamás se había visto en otra, él
nunca se ensuciaba las manos y este año se sentía demasiado
utilizado por Sung Hee, lidiar con ese idiota debía ser su trabajo.
A veces le gustaría decirles que se pedieran y lo dejaran en paz, no
obstante, algo de lo que nunca estaría dispuesto a admitir se lo
impedía: los apreciaba, más de lo que quisiera.
-Mierda
Leo, no quiero ir a esa estúpida competición. Sabes que no se me
dan bien los deportes ¿por qué no has contado con otro?- Declaraba
el moreno mientras tiraba hacia atrás, como un niño pequeño en
plena rabieta.
-Ya
está decidido, vas a hacerlo y punto- Ignorando el chirrido de los
dientes de Hakyeon chocando entre si, lo empujó hacia delante con
fuerza.
-Lo
haces a sabiendas, te quieres reír de mí. Es eso, yo lo sé...-
Cruzó sus brazos sobre el pecho y paró en seco.
-Sí,
será divertido reírse de ti, pero te quiero en mi equipo ahora.
Tira y no me obligues a llevarte a cuestas- Con esa amenaza se vio
doblegado, sin más se dejó guiar por el frío yunque llamado Leo.
No
pudieron pronunciar nada más cuando comenzó a diluviar
contundentemente. Leo siseó algo que Hakyeon no logró escuchar y lo
imitó cuando corrió para librarse del tremendo chaparrón.
---
Ya
eran las seis y media de la tarde. Regresaba empapada, con agua hasta
las orejas ¿para que servía el paraguas? Para estorbar, estaba
claro. Le faltaban cuatro manzanas para llegar a la universidad y no
veía el momento de deshacerse de lo que traía encima. Luchando por
que nada se cayera o algún papel se mojara escuchó algo que no
debería de haber captado.
-Zorra,
sabía que no eras lo que aparentabas ser. Eres un monstruo-
Esa
voz le era conocida, provenía del callejón a su derecha. La
curiosidad se apoderó de ella perversamente. Tras la protección de
la pared escuchó un poco más antes de atreverse a mirar, aquello ya
no eran insultos, era alguien suplicando por su vida.
-A...
a... ayuda-
-Ahora
ya no eres tan altanera ¿verdad?- Otra voz. Esta era también
conocida, pero... no podía ser.
Se
encontró girando sobre su eje y asomando su cabeza levemente por la
esquina. No, aquello era una macabra alucinación, simplemente eso.
Tapó su boca para evitar gritar. La escena que presenciaba no era
para menos que soltar un alarido grotesco. El cuerpo de Iseul se
encontraba contra la pared, haciendo el esfuerzo de respirar, como si
alguien la estuviera estrangulando. Lo insólito y demoníaco era que
sus pies no estaban en el suelo, si no que se suspendía en el aire
por varios centímetros. Maldición, eso no podía ser posible, se
estaba volviendo loca.
Los
ojos de Iseul se cruzaron con los suyos. Suplicaba auxilio,
necesitaba su ayuda pero ¿cómo? ¿Cómo ayudarla? Sintió el
impulso de ir hacia ella hasta que su corazón se paró por un
segundo, un segundo donde el cuello de la muchacha giró bruscamente
y emitió un sonido sordo. Se le había partido, no, se lo habían
partido... ¿quién? ¿Qué? ¿Qué había sido? Entre lágrimas la
vio caer como una muñeca vieja, soltó el paraguas y corrió para
pedir ayuda, aun sabiendo que la muchacha ya estaba muerta, su cuerpo
tenía la esperanza de hacer una última cosa por ella.
Cuando
iba cruzando la bocacalle colindante al callejón sintió un fuerte
golpe en la coronilla y su mundo se volvió negro. Cayó inconsciente
al suelo, sin posibilidad de salvarse de su atacante.
---
-No...-
Hakyeon
no se lo podía creer. La había tratado tan mal sospechando lo que
no era. Su estúpida cabeza había inventado tal locura que no había
pensado con claridad. Frente a él estaban sus compañeros de clases,
cantándole el cumpleaños feliz y tirándole confetis. Eso hacía en
la mañana, organizando una fiesta sólo para él, y se lo pagaba
diciéndole tales cosas. Se sentía una mierda en esos instantes,
miró a Leo que se quitaba con asco las tiras largas de confetis que
le habían alcanzado a consecuencia de llegar al lado del moreno.
-La
he cagado Leo, la he cagado como nunca- El nombrado frunció el ceño
cuando N se giró dispuesto a irse.
-¿Qué?-
Hakyeon se detuvo, parecía otra cosa, parecía un desagradecido,
pero necesitaba encontrarla y pedirle perdón. Luego había tiempo de
volver a la fiesta.
-Lo
sé, pero tengo que irme. Dios, seguramente no venga por lo que le he
dicho esta mañana- Hizo el amago de dirigirse a la puerta pero Leo
se lo impidió.
-Sung
Hee se ha tirado toda la mañana haciendo esto, lo veo una pérdida
de tiempo si encima te comportas como un payaso. Ella vendrá en un
momento- Lo intentó girar en vano, Hakyeon se zafó de su amarre y
salió como alma que llevaba el diablo.
Debía
aclarar las cosas, había sido un tonto y había dañado a la persona
que más estimaba. Necesitaba tenerla en su día, quería su compañía
en su cumpleaños y ver aquella sonrisa.
Una
sonrisa que quizás no volviera a ver nunca...

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