Reconocimiento – NoComercial – SinObraDerivada (by-nc-nd): No se permite un uso comercial de la obra original ni la generación de obras derivadas. |
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Aclarado esto, la entrada comienza ahora mismo...
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Hola, he vuelto. Fin.
Ok no, jajaja bueno, ¿qué tal? Mucho tiempo sin verme por aquí ¿no? Os traigo un incentivo de lo que voy a subir a partir de ahora. Me refiero a mi manera de escribir ¿os gusta el cambio? ¿no,sí? Simplemente me lo debéis comentar ^^ yo me he divertido escribiendo como hace mucho que no...
Siento el discurso pero me encantaría que me comentarais porque vengo cargada de bastante cosas nuevas y que debía hace bastante tiempo >< siento la espera pero ya estoy aquí <<Holi>>
Esta historia estará dividida en varias partes, no más de tres porque lo ando alargando y retocando aún. Va para Carla, que últimamente la veo muy liada y quiero darle nada más que alegrías a esta mujer, más que nada porque la quiero mucho y punto jajaja
Aquí os dejo esta mega-ida-de-olla y espero que os guste :D
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¡Y que vengan los ángeles a por mí! (Parte I)
“Hoy noto algo
diferente en él. Lee Jaehwan, alias Ken. Hoy está más pendiente de
mí que de costumbre. Incluso ha venido a buscarme al comedor cuando
nunca deja a su grupo de amigos-payasos (como yo los llamo) para
venir hacia aquí y hablarme. ¡Es su hora sagrada! Las horas
restantes no hace otra cosa que atosigarme, matarme de risa y hacer
que me ría con él y de él. Para otros sería alguien pesado y
cansino, para mí no. Para mí es un ángel. Ha sido mi mejor amigo
desde que teníamos pañales y ha estado ahí siempre.
Me ha gustado desde
que cumplí quince años, en el instante que llegó para salvarme. Un
día en el que casi muero al estar en el momento y lugar equivocado.
Él se arriesgó por mí, me salvó la vida. Y yo caí en ese pequeño
sentimiento que poco a poco fue creciendo. Hasta ahora lo he guardado
pero no porque yo quiera ocultarlo, no. Tristemente siempre pasa
algo cuando intento confesarme, incluso pienso que el destino no nos
quiere juntos como yo quiero. Sin embargo, hoy ha estado más atento
conmigo que de costumbre y esto me empuja a querer decírselo en
cualquier momento. Jaehwan, me gustas. No es tan difícil ¿no?”
Eun Ji. Estudiante
universitaria. De ojos avellana y pelo canela. Luce genial y
carismática a partes iguales. Su cuerpo frágil y aniñado dicta
mucho de su mentalidad. A sus veinte años tiene una personalidad
madura, responsable y realista, muy realista. Tiende a crear un
círculo alrededor suyo en el cual sólo entra la gente a la que ella
elige (entre ellos Jaehwan). Siempre parece estar en su mundo y sólo
Ken suele sacarla de sus ensimismamientos. Loca de las sagas de
libros, acostumbra a despejarse de los problemas cotidianos con
ellos. Como amante de la buena música habitualmente lleva equipados
sus audífonos para aislarse de todo. El típico gesto de Jaehwan
frente a su nariz siempre la hace volver a la realidad, bastante
divertida en compañía del susodicho, por cierto. Pero no sabe que
es otro personaje el que hace de su existencia algo aún más
inverosímil...
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“Y que uno tenga que
hacerlo por los demás... esto es increíble. Tengo el día demasiado
ocupado como para estar pendiente de los asuntos de otros. Soy un
ángel pero no tonto. Aquí no valoran mi trabajo y estoy dispuesto a
decírselo al jefe.
¿Veinte años? Sí,
veinte años llevo en este puesto y aún no he visto algún
reconocimiento hacia nosotros. Los guardianes estamos muy mal
pagados. Aunque a mí no me cueste estar al lado de él, ya que por
caprichos del manda-más este está siempre junto a ella, tengo que
ordenar mis prioridades. Ravi es el que tiene que ocuparse de él, no
yo. Este me va a escuchar.”
Hakyeon. Ángel de la
guarda. De apariencia dulce y jovial, sonrisa cautivadora, cuerpo
fino como su personalidad y tintes socarrones en sus gestos. Es listo
como él sólo y terco como una mula. Generoso cuando quiere, gruñón
cuando no se le escucha y celoso, sí, celoso de quien se acerque a
Eun Ji, su protegida. Aún no reconoce lo evidente y se escuda en que
es su trabajo. Veintidós años siendo ángel y veinte a cargo de esa
pequeña. Ya no tan pequeña, por mucho que le cueste aceptarlo a su
guardián...
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“Me encanta ir a
hacerle compañía, pero no sé porqué me ha dado el impulso de
hacerlo en este mismo instante. Es el único momento en el que no
estoy con la pequeña, en el que me dedico a mis locos amigos. Leo y
Hyuk, el hermano de Eun Ji. ¿Por qué me he privado hoy de estar con
ellos? Intento repartir mi tiempo pero siempre gana el querer estar
con ella. Hoy más que nunca ¿por qué?
Fuimos una piña
inseparable hasta que Eun Ji comenzó a poner distancia. No comprendo
la razón pero jamás le permití que se alejará demasiado de mí,
por supuesto, no la quiero fuera de mi vida. Esos dos se dieron por
vencidos, incluso Hyuk muchas veces me intenta convencer de que su
hermana es imposible, sin embargo yo no; es mi mejor amiga, la única
chica a la que miro con otros ojos. Por mucho que esta se intente
apartar haciendo otras amistades yo estaré ahí para ella. Sé que
tengo un lugar privilegiado en su interior y lo aprovecho al máximo.
Aunque suene egoísta, me encanta ser el único que aún puede llegar
hasta Eun Ji. Me encanta ser su ángel de la guarda.”
Lee Jaehwan. Compañero
de clase de Eun Ji y su amigo incondicional. El típico payaso de la
clase, el que tiene pinta de nerd patológico y físico disparejo. Es
un completo idiota, pero un idiota adorable. De cuerpo proporcionado,
fornido y bastante atrayente, pero pasa desapercibido por su
personalidad. Si no abriera su boca y actuara como actúa, muchos
pensarían que es el chico popular del campus, aunque en cierta
manera lo es, por sus payasadas. Se proclama como el protector de Eun
Ji y cumple lo dicho sin dejarla ni respirar. Para ella lo es todo,
aunque no lo quiera reconocer.
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“¡Y que vengan los
ángeles a por mí!” Se decía la muchacha. Que la tragara la
tierra si no.
Ken estaba demasiado
cerca ¿por qué la torturaba así? Se había sentado justo al lado
de ella, entrelazado el brazo izquierdo con el suyo. Sin permiso
alguno le había cogido el smartphone, le había agarrado un audífono
y, al ponérselo en la oreja para escuchar ambos la misma canción,
la miró con una sonrisa ladina. Lo suficiente para derretirla,
literalmente.
–Siempre escuchas música que me encanta– le dijo. –Tenemos mucho en común, casémonos– rió Jaehwan.
Lo decía bromeando pero
a Eun Ji no le gustaban ese tipo de bromas, y menos cuando estaban en
juego sus sentimientos por él. ¿Y si se lo dijera? ¿Y si él
correspondía afirmativamente? No. Vaya locura. Descartó esa idea
descabellada y le arrebató el móvil a Jaehwan con cierta
brusquedad.
–Mira, déjate de tonterías y ve con ellos– señaló a su hermano y a Leo con el gesto de su cabeza. Ken se giró hacia ellos. –Parece que no pueden vivir sin ti– bufó al darse cuenta que ambos los miraban detenidamente.
Una mesa más allá
estaban aquellos dos. Sentados uno frente al otro. Al lado derecho
Jung Taekwoon, Leo, como lo conocía todo el mundo. Era el capitán
del equipo de fútbol, el chico más popular de la universidad y por
el que todas suspiraban. Moreno, de facciones felinas y mirada
penetrante, cuerpo de escándalo y porte tenebroso. Siniestro de
cierta manera y callado, callado como él solo. Nadie intentaba
meterse con aquel individuo, y mucho menos hacer buenas migas con él.
Nadie sabía como era posible eso de que se juntara con el payaso número uno
y el hermano de la chica más escurridiza del campus.
A la izquierda, Hyuk su
hermano pequeño. Alto, guapo, de ademanes divertidos, ojos grandes y
despiertos. Adorable por los cuatro costados y terco, como su
hermana. Tenía fama de conseguir lo que quería a base de pedirlo
con ternura. Era el mejor en ello. Nadie se le resistía, ni siquiera
Leo. Vamos, la galletita dulce que cualquiera quisiera morder.
Leo disimuló al momento,
su mirada se centró en su teléfono y fingió estar muy atento a
este. En cambio, Hyuk, no se cortó un pelo. Miraba a su hermana con
intensidad, como si le estuviera robando a su amigo.
–Si tu hermano tuviera el poder de fulminar con la mirada ya te habría matado– al instante de decir esto, Jaehwan carcajeó sonoramente y provocó a su amigo pasando el brazo por el cuello de Eun Ji y saludándolo animadamente, mientras la chica ardía de vergüenza. –Cuñado, te “ai loviu”– Canturreó lanzándole corazones con sus manos.
Eun Ji explotó antes de
que su hermano se levantara para encarar a Ken. Se quitó de encima
el brazo que la atosigaba y se levantó.
–¡Eres un idiota!–.
Sin más salió casi
corriendo del comedor donde estaban. Sus mejillas lucían totalmente
encendidas y necesitaba estar sola para bajar, de alguna manera,
todas aquellas sensaciones. ¿Podría alguna vez estar de nuevo con
él sin que le afectara tanto?
Mientras, en la mesa que
había abandonado Eun Ji, se hallaba Jaehwan, patidifuso por la
reacción de su amiga. Lo que no sabía es que el ángel se hallaba
sentado encima de la mesa, luciendo ropas blancas y desprendiendo una
poderosa luz interior que, si alguien pudiera ver, sabría a ciencia
cierta su naturaleza. Pero claro, a él sólo lo llegaban a notar la
gente con una fuerza espiritual suficientemente alta para percibir la
esencia de un ángel; por supuesto, los de su misma índole; y las
criaturas malignas que raras veces cruzaban plano astral, sin ser
algo consentido por ellos, los ángeles. Sólo se dejaban ver por
aquellos si la ocasión tornaba peligrosa o ese ser intentaba hacer
de las suyas.
Tenía cara de pocos
amigos, después de ponerse de cuclillas en el banco, muy cerca del
oído de Jaehwan le susurró, más bien le gruñó, algo:
–Como te odio, imbécil. Como odio esto. Desearía que no fueras pero ve, ve con ella ahora mismo y no dejes que le pase nada. Ya que yo no puedo por tu maldita culpa y por la de Ravi. Cuando lo pille conocerá quién es Hakyeon. Anda, tira. Si le llega a pasar algo por no incentivarte a ir... no quiero ni pensarlo–.
Chasqueó
la lengua y Jaehwan cerró los ojos fuertemente antes de negar con la
cabeza y salir detrás de Eun Ji.
–Que tenga uno que hacer esto... Ravi, esta me la debes–.
Dijo
esto con sus brazos en jarra. Al ponerse de pie en aquel asiento y
saltar de él, miró fugazmente a Hyuk, que tenía pretensiones de ir
con Ken. Cuando se dispuso él mismo a seguirlos traspasó al pequeño
dejándolo inmóvil. No es que lo hubiera notado, es que los mortales
eran fáciles de “convencer”. Al mezclar su esencia, el ángel le
traspasó todo lo que deseaba que hiciera el joven Hyuk: Quedarse
quieto.
Hakyeon no vio como Leo
se posicionaba al lado del hermano menor de Eun Ji y agitaba una de
sus manos frente a su cara. Tampoco es que le importara, así que
siguió su camino.
Ya en el pasillo dio con
Ken que avistaba a la muchacha cerca de la salida y corría hacia
ella para detenerla. Esta al escuchar sus pasos giró y en vez de
parar aceleró su paso aún más.
–¡Eun Ji, para!– le gritó Ken.
–Jaehwan, no quiero que me sigas. Lárgate–.
Pero el susodicho llegó
hasta ella y le agarró del brazo. Eun Ji lo miró fugazmente y casi
hace caso a sus instintos. Quería decírselo, deseaba hablarle
acerca de sus sentimientos... sin embargo, notaba como si alguien
tapara su boca suavemente. Como si una mano le aconsejara callar lo
que tenía dentro. Iba a explotar, pronto lo iba a hacer.
–Lo siento, Eun Ji–.
Sí, a Hakyeon le dolía
verla sufrir pero más andaba muriendo él al saber las intenciones
de su protegida. Su mano, en la boca de ella, la intentaba detener.
Sin embargo, sabía que estaba haciendo mal, ese no era su trabajo.
Él no podía intervenir de aquella manera en ninguna relación entre
seres humanos. Estaba tentando su suerte y pecando en contra de su
naturaleza. A pesar de todo ello, no podía evitarlo: Eun Ji era todo
aquello por lo que existía. Muy poco le importaba qué pasaría con
él si alguien llegara a descubrir algunas de sus pequeñas
travesuras.
¿Qué estás haciendo
Hakyeon? La estás haciendo sufrir cuando sabes que nunca será para
ti. En realidad, el único que la está dañando eres tú. ¿Quién
la protegerá de ti?
Mierda. Jaehwan es un
buen tío, él la protegerá. Ya es hora de dejarla ir Hakyeon.
Y
tenía razón, su voz interior lo iluminaba de nuevo. Si seguía así
podría llamar a las criaturas malignas con su poder o, lo que era
aún peor, sucumbir al mal y no poder regresar. Con suma delicadeza
rompió el lazo con Eun Ji y apartó su mano de la boca femenina.
Ella suspiró al notarse falsamente decidida. Ya había tomado aquel
camino mucho antes pero la voluntad de N no la había dejado hasta
ahora.
–Eun Ji, cada vez estás más rara– le preguntó Ken agarrándola por los hombros, esto hizo que ella chocara contra las taquillas levemente. –¿Qué te pasa?–.
–Jaehwan yo... tú...–.
–¡¿Ravi?!– gritó Hakyeon.
Al
verlo aparecer traspasando las taquillas donde ahora Jaehwan tenía
retenida a la muchacha, se sorprendió de tal manera que quiso
ahorcarlo allí mismo. Por dejarlo a cargo de su protegido por tiempo
indefinido, por volver más tarde de lo que le pareció oportuno y
por asustarlo en ese momento.
No
obstante, algo raro estaba pasando. Se notaba raro, como pesado y...
voluminoso, ocupando un espacio que sólo un ser mortal podría
poseer. Se sintió mareado y no apartó la vista de Ravi. Este se
paró en seco, con la boca desencajada y aquellos ojos tan abiertos
que parecían estar saliéndose de sus cuencas. Alzó su mano y lo
señaló, su otra extremidad tapó su boca. Parecía estar viendo un
fantasma, nada más verosímil que aquello. Hakyeon no se atrevía a
moverse.
Lo
más inquietante estaba por llegar, cuando sus ojos giraron hacia los
dos jóvenes que quedaron inmóviles, Eun Ji lo miraba.
Lo
miraba.
Una
humana. A un ángel.
No
podía ser cierto. Aquello era imposible técnicamente a menos que...
Se
llevó la mano al cuello para asegurarse de que estaba ahí, y no
estaba. Su colgante no estaba.
El
colgante que todo ángel debe llevar para ejercer como tal. Su
colgante no estaba. Lo había perdido. Su divinidad se había ido.
Había sido desprendido de sus alas. Esas alas que ya se habían
esfumado. Ahora era un vulgar humano y en poco tiempo iría al
infierno. No le hizo falta mirar a ningún lado, cerró sus ojos y
una lágrima recorrió su mejilla ¿qué demonios acababa de pasar?
–¿Quién eres tú y qué haces... desnudo?– preguntó una voz femenina.
La de Eun Ji. Escrutando cada centímetro del cuerpo del ángel. No había visto nunca un hombre desnudo antes pero sabía que ese estaba bien proporcionado y... -detuvo su mirada en la entrepierna- sí, con todo en su sitio.
–¡¡Eun Ji!!– chilló Jaehwan al girar hacia Hakyeon y verlo en pelotas. Tapó los ojos de la chica con rapidez -aunque ya era en vano- y sin dejar de mirar al extraño de arriba a bajo le espetó medio encolerizado: –¡Oye! ¡Pervertido! ¡¿No te vas a tapar?! No sé qué haces aquí y sin ropa, pero esto es un sitio para estudiar– sus gestos se volvieron exagerados, y hasta cómicos, su voz chillona a más no poder. –¡La clínica para enfermos mentales, psicópatas y pervertidos está en la otra punta de la ciudad!–.
De
pronto se dio cuenta de todo, su ropa se había ido con todo lo demás
y su querida protegida lo estaba observando como dios lo trajo al
mundo. Vaya ironía ¿podría ser todo más patético? Sí, que su
cuerpo fuera torpe y que sus brazos no le correspondieran para
taparse sus partes más pudorosas. Intento sonreír en vano. Joder,
además de ser repudiado por su error iba a ser humillado lo
humanamente posible.
–Ravi. Ayuda, por favor– susurró Hakyeon, deseando que la tierra lo tragase si su hasta ahora compañero de profesión no hacía nada por él. –¡Ravi!– gruñó por lo bajo.
El
susodicho reaccionó bajando su brazo, dudó en hacerlo o no pero al
final chasqueó los dedos. N pudo notar como su nuevo cuerpo
respondía, lo primero que hizo fue taparse como pudo sus partes
nobles y sin más corrió hacia los servicios antes de que alguien
más lo viera en esa guisa. Atrancó la puerta con la fregona que
encontró dentro. No permitiría más humillaciones por el momento.
Ahora debía pensar.
–¡Ey, tú!– Jaehwan no sabía muy bien qué hacer así que cuando Eun Ji le apartó la mano de sus ojos esperó a lo que ella hiciera. –¿Qué mierdas acaba de pasar?–.
–No lo sé pero creo que debemos ir a ver...–.
–¡Eun Ji!–.
–¡No me refiero a eso, pervertido! Lo más seguro es que necesite ayuda ¿y si lo estaban persiguiendo? ¿Y si es víctima de bullying? Hay que ayudarlo– aseguró poniéndose tensa.
–No lo he visto nunca por aquí ¿Tú crees?– la miró, ella asentía y cuando esto sucedía no había quien la convenciera de lo contrario. –Está bien, vamos a ver–.
Se
adelantó esperando que Eun Ji lo siguiera. Sin embargo, esta se topó
con algo en el primer paso que dio. Cuando miró al suelo vio que era
un colgante de plata, al cogerlo y examinarlo pudo ver que se trataba
de una llave y dos alas, una a cada lado de esa. La llave del edén.
Pero eso, ella, no lo sabía. Guardó aquel objeto en el bolsillo
derecho de su pantalón y fue con Ken.
Perder,
dar o desprenderse de la llave era la renuncia voluntaria a la
divinidad que se la había otorgado, y por tanto, proclamarse un ser
impuro. Ser un simple humano era un castigo para un ángel, si bien
amaban a los mortales, ser uno de ellos significaba que habían
fallado en su trabajo y su propósito. Un fracaso. Pero lo peor no
era eso, si no que si la llave no volvía al dueño que la había
perdido o le había sido arrebatada en un tiempo límite, su esencia
sería desterrada al infierno. Sin posibilidad de salvación alguna.
Hakyeon sólo tenía una semana, ni más ni menos, para eximir su
falta.
–¡¿Qué hago?! ¿Que voy a hacer ahora?– se preguntaba Hakyeon.
Una vez agachado, se
abrazó las piernas con los brazos. Intentando vagar por su mente.
Sabía que no había perdido su colgante sin más. Algo extraño
había pasado y no era su culpa. No lo era.
¿O sí? Sí, claro. Sus
trucos seguramente habían atraído a algún ser maligno... pero
¿cómo no lo había advertido? ¿Qué extraña presencia no sería
percibida por él siendo aún un ángel?
–Hakyeon ¿qué demonios te ha pasado? Estás condenado a muerte, amigo ¿Qué has hecho?– sentenció, casi con lástima, Ravi.
Este se instó en los
servicios, como lo hizo su cuerpo etéreo. La confianza de N
despertó. Temía que su amigo lo abandonara al no ser ya como tal.
Eran ángeles, por mucho que fallara a su especie siempre le
otorgaría el perdón, sin embargo... había cosas prohibidas que,
como esta, no obtenían salvación alguna. Lo miró esperanzado y
dispuesto a decirle que no tenía culpa alguna en lo del colgante,
incluso quería confesarle sus trucos para no sentirse tan indigno.
–Ravi yo no... te juro que no he desobedecido las órdenes, te lo juro. Bueno sólo...– intentó explicarse Hakyeon poniéndose de pie para avanzar hacia su todavía amigo.
–Deja de blasfemar, anda– el ángel se cruzó de brazos y se tapó un lado de su cara con una mano, fingiendo modestia. –Y... ¡tápate!–.
El moreno le hizo caso y
sus manos se posaron en la entrepierna.
–Ravi, no he sido yo. Algo maligno ha tenido que...–.
–Lo sé N. Sé de tus trucos, eres muy tonto y ahora me estoy arrepintiendo de cubrirte esta mañana frente al jefe– Ravi se hizo el ofendido mientras volvía a cruzarse de brazos.
La boca de Hakyeon se
abrió desmesuradamente. Entonces era por eso que desapareció y le
pidió tal favor. Oh, sí que era tonto, sí. Volvía a avergonzarse
por sus propias acciones, bastante estúpidas si lo miraba bien. Los
sentimientos hacia Eun Ji lo habían llevado a esa insostenible
situación ¿Cómo había terminado así, siendo tan miserable?
–Lo siento Ravi, yo sólo...–.
–¡Oye, tú!– gritaba Jaehwan desde fuera. Aporreó la puerta intentando abrirla sin éxito. –¿Sigues ahí o te has escurrido por el water? ¡Auch!– se le escuchó quejarse. Al parecer alguien le había golpeado.
–¡Oye, abre, sólo queremos ayudarte!– esta vez fue Eun Ji.
–Ravi, ¿qué debo hacer? Si estoy siendo castigado prefiero hacer las cosas bien hasta que me llegue la hora de sucumbir– suplicó Hakyeon.
–Sé que no querías que pasara esto y hasta entiendo que por ella hicieras tales locuras pero si quieres salvarte antes del juicio... debemos averiguar qué ha pasado con tu llave, recuperarla y esperar entonces qué hacer contigo allí arriba. Y para eso necesitas... fingir– le aclaró.
–¿Fingir?– pareció no dar con la respuesta hasta segundos después. –Oh... entiendo–.
–Sólo haré esto porque me caes bien–.
Dicho esto Ravi chasqueó
los dedos y la puerta del servicio se abrió haciendo que tanto Ken
como Eun Ji se precipitaran al suelo. La muchacha se levantó
rápidamente con la ayuda de su amigo. Y ambos lo miraron. Estaba
vestido, Ravi se había arriesgado por él usando sus dones.
Lucía como otro
estudiante más, con una camiseta blanca de mangas cortas, la camisa
de cuadros a lo leñador por encima y sus vaqueros desgastados. Las
converse viejas completaban el atuendo. Los recién llegados
fruncieron el ceño, todo estaba tornándose cada vez más raro.
–Ahora arréglatelas como puedas hasta que vuelva con noticias. Bye...– el ángel volvió a chasquear los dedos y desapareció de su vista.
–No, espera– Hakyeon gruñó hasta que se dio por vencido.
–Ah– Ravi reapareció por la puerta de uno de los cubículos. –Hazme el favor de protegerlos bien eh...– y se esfumó de nuevo.
–Gracias– Murmuró irónico, sin que los otros dos lo captaran.
–Señor pervertido ¿sigue ahí?– la mano de Jaehwan se hallaba frente a sus narices. Hakyeon dio un respingo que hizo reír al otro. Eun Ji le dio un codazo en el costado a su amigo y el recién “retornado” humano la miró fijamente. –¡Ey! Deja de mirarla así que todavía estoy a tiempo de usar esto– le enseñó un puño. El moreno tragó saliva, se puso las manos frente a la cara y vio como Eun Ji agarraba la muñeca de Ken.
–Jaehwan, por favor ¿no ves lo asustado que está?–.
–Creo que se está montando un farol– después de dirigirse a ella, se giró hacia él. –¿Quién eres?–.
–Ha-Hak-Hakyeon– y sonrió forzadamente.
–No me has contestado–.
–Ya vale, Ken. Lo estás asustando– tornó su mirada de Ken a N, y le habló a este. –Vamos a ver ¿qué te ha pasado ahí fuera?–.
–Bueno yo...– se apretó el antebrazo derecho con su mano izquierda, no tenía ninguna historia que contarles, al menos una algo más creíble. –Es que veréis...–.
–¿Bullying?– agregó Eun Ji.
–No, es decir...– una explicación medianamente aceptable se le vino a la mente. –Me estaba bañando en los vestuarios, cuando acabé me di cuenta que mis compañeros me habían gastado una broma. Me habían escondido la ropa aquí, qué graciosos son ¿verdad?– rió nervioso. –Siento el que me hayáis tenido que ver... bueno, que lo siento. Y gracias por preocuparos–.
Al sonreír vio que Eun Ji le correspondía y algo, que jamás pensó en sentir, le recorrió su nuevo cuerpo de arriba abajo.
–¿Y cómo es que nunca te he visto por aquí?– inquirió Ken.
–Soy nuevo– como vio que no colaba muy bien pensó en otra razón que completara la primera excusa. –Soy estudiante de intercambio– entonces sí notó el efecto positivo de sus palabras tanto en la muchacha como en el terco de su amigo.
Los tres sonrieron
incómodos ¿qué le depararía al ángel a partir de ese instante?
Continuará...
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¡Y que vengan los ángeles a por mí! by Laura Ramírez Patarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.


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