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Aclarado esto, la entrada comienza ahora mismo...
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Bueno... dejo esto por aquí y me voy a morir a otra parte xDDD
Carla sé que mueres esperando pero en menos de lo que esperas tendrás la última parte asjkdsdjfhsdfgjg
Comentadme qué tal... sabéis que vuestros comentarios son el sustento, no cobro dinero porque me pongáis vuestra opinión, es gratis >< abrazosssss -se va-.
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Prev/¡Y que vengan los ángeles a por mí! (Parte I)
¡Y que vengan los ángeles a por mí! (Parte II)
“Hoy he dejado de
ser un ángel para ser un humano. Y no está tan mal serlo, porque
estoy con Eun Ji; esos ojos avellana que tanto conozco me están
mirando por primera vez. Aunque, irónicamente, sea un completo
extraño para ella, soy la persona que ha estado a su lado desde que
nació; saber que ahora conoce de mi existencia me llena de
¿felicidad? ¿dicha? Estoy extasiado, frenético y fascinado.
Ser un ángel tiene
sus ventajas, sin embargo, los mortales tienen el privilegio de
sentir, sentir con un cuerpo tangible, y sobretodo, físico. Noto
como el aire fluye por mis recién estrenados pulmones, me encanta la
sensación de estar vivo. Aunque añore mi divinidad, el flujo vital
me tiene gratamente sorprendido. Es algo tan... nuevo, fresco,
increíble. Jamás pensé que esto me hiciera dudar y desear algo que
está fuera de mi alcance. Porque he sido condenado y si Ravi no
averigua qué ha pasado con mi llave del edén, terminaré en el
infierno por ello. En ese caso habré fallado por completo en mi
propósito y Eun Ji quedará desprotegida. Sólo tengo siete días en
los que, con o sin la ayuda de Ravi, intentaré demostrar mi
inocencia y volver a mi lugar. No obstante... tenerla tan cerca y
poder llegar a tocarla... está nublando mis sentidos ¿será por la
condición humana que me ha tocado tener en estos momentos? Veremos
en qué depara todo esto.”
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-Oye, este sólo nos está haciendo dar vueltas ¿qué pretende?- le murmuró Ken a Eun Ji.
-Shh- indicó, junto con su dedo, la muchacha.
Iban
en el coche de Jaehwan, este conduciendo y ella en el asiento del
copiloto. Atrás estaba Hakyeon, intentando pasar desapercibido por
el incómodo momento. Les había dicho que no hacía falta que lo
acercaran a su casa pero ese cabezón amigo de Eun Ji se había
propuesto hacerlo todo más difícil. Seguramente tenía intenciones
de pillarle en sus mentiras, quería dejarle en evidencia ante su
protegida, así que debía tener el máximo cuidado.
El
trato de confianza entre aquellos dos también lo desquiciaba así
que no quiso alargar más la agonía. Ya encontraría la solución a
sus problemas lejos de ellos. Aunque eso significara dejar sin
protección a la muchacha. Era un humano ¿qué más daba? En su
condición lo único que hacía era estorbar ¿protegerla? ¿de qué?
Sólo él la ponía en peligro.
-Dejadme aquí. Os agradezco la hospitalidad pero no deseo importunaros-
-Tranquilo. Vamos a llevarte a casa, no es ninguna molestia para mí- aclaró Jaehwan. Segundos después y sin quitar la vista de la carretera se acercó de nuevo a Eun Ji, que iba más callada de lo normal. -¿Por qué sigue hablando como si fuera un aristócrata?- le susurró.
“Como
si no te oyera, payaso” pensó Hakyeon.
-¿Y yo qué sé? Pregúntaselo a él. Ha hablado así desde que lo hemos encontrado... bueno, ya sabes- contestó Eun Ji con un hilo de voz.
-¿Tú crees que esté loco?- le volvió a preguntar su amigo.
-En serio- sentenció N con voz neutra.
No soportaría sus cuchicheos ni un segundo más. Podría ser un ángel que jamás obedecía a sus impulsos y mucho menos a sus propias exigencias pero el caso es que en ese momento era humano, y como tal, no deseaba poner la otra mejilla.
-Parad el coche-.
-Dinos tu dirección y te dejamos en la puerta de tu casa- pidió la muchacha al girarse para mirar a Hakyeon. Este tenía la frase “cabreo monumental” pegada en la frente. -No desesperes- el intento por calmarlo falló.
-Parad el coche- repitió.
Jaehwan lo hizo, frenó de golpe, cansado de la actitud terca del otro.
-Gracias-.N se bajó del coche con suma rapidez.
-¿Por qué lo has hecho?- protestó ella.
-¡¿Qué?! ¡Es lo que quería! Tampoco podemos obligarlo a nada- se defendió Ken. -Eun Ji, no se puede ayudar a todo el mundo... él ya es mayorcito para saber cuidarse solo-.
Aunque tuviera razón, la chica bufó.
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-Ravi, te necesito. No sé ni dónde estoy ¿qué voy a hacer ahora?-.
Lamentó
el ex-ángel cuando vio que el coche del que se había bajado se
alejaba. Le prometió a su amigo que los protegería y sólo pensaba
en su propio bienestar, en quitarse aquella sensación de haber hecho
el ridículo. Por su nueva condición se estaba dejando llevar por
todo lo malo que tenía el ser humano. Vaya que había caído. Bonito
autocontrol. Parecía un crío haciendo caso de cualquier provocación
prohibida o cosa que llamara su atención ¿dónde había quedado
aquella sumisión a las estrictas reglas? ¿Dónde quedó el
cumplimiento a raja tabla de estas?
-Soy un auténtico desastre. Así no creo que me salve. Y me lo merezco, claro está-.
Comenzó
a andar sin rumbo por la acera. A mirar con devoción la gente que se
cruzaba con él y el mismo ambiente que lo rodeaba. Se estaba dando
cuenta de que no era ni por asomo lo que se imaginaba. Era mil veces
mejor. Sonrió como un niño yendo al parque por primera vez. En
cierto modo, había vuelto a nacer y lo estaba disfrutando demasiado.
Aún cuando aquellos dos lo habían puesto de mal humor. Pasó cerca
de un karaoke, donde se llegaba a ver tras los cristales translúcidos
las habitaciones desde fuera; en una de ellas, dos jóvenes cantaban
una balada, se cogían de las manos, se notaba su amor en el aire. Le
embargó una sensación maravillosa. Empezaba a ver los matices del
equilibro interior del ser humano, ciertamente tendían a caer en
tentaciones, sin embargo, sabían sacar provecho de las cosas buenas.
Cosas tan simples como el gesto del otro.
Pero
de pronto escuchó algo en la boca calle por la que iba a pasar y no
tuvo que esforzarse en ir a mirar. Dos muchachos salieron de allí a
mamporro limpio. Uno moreno, corpulento y con porte amenazador; el
otro, castaño, más menudo pero con intenciones de demostrar que el
tamaño no importa para partirle la cara a alguien. Se pegaban sin
cesar y cuando cayeron al suelo uno de ellos, el corpulento, daba
puñetazos en la cara al otro con todas sus fuerzas.
Hakyeon
no lo pensó y chasqueó la lengua, ingenuo creyó que aún podía
usar sus poderes. Maldición. Sacó sus manos de los bolsillos y fue
a separarlos. Logró inmovilizar al que se hallaba a horcajadas
encima del castaño, pasándole los brazos por sus axilas y tirando
hacia arriba con ímpetu. Se giró sobre si mismo para impedir que el
que ahora se levantaba golpeara de vuelta y que sólo se lo diera a
él en la espalda. Pero el puñetazo no llegó. Hakyeon se volvió
aún sujetando al chico que intentaba por todos los medios volverse y
seguir con la pelea, para ver a una figura menuda de espaldas a él.
-¿Quién coño eres tú? Déjame partirle la cara- exclamó el castaño.
-No, ya basta. Creo que debéis hablar antes de agrediros así. Los hombres sois tan estúpidos-.
Era
Eun Ji. La voz era de Eun Ji. Su corazón se vio sacudido por tal
evidencia. Ella lo estaba protegiendo... ¿No debería ser al revés?
Igualmente quedó fascinado y su cabeza aún no entendía a su
cuerpo, a lo que estaba pasando dentro de él en esos momentos.
-¡Suéltame!- esta vez habló el moreno zafándose de N. Este no opuso resistencia, permanecía ensimismado, sin dejar de mirar a la muchacha. -¿Quienes son estos?-.
-Vete tú a saber- ambos muchachos se miraron, la pelea parecía algo irrelevante ahora. -Aunque ahora que ella está aquí podemos divertirnos-.
-Bien, ahora que todo está calmado...- Eun Ji dio un paso atrás y disimuladamente agarró la mano de Hakyeon. Algo que hizo que este saliera de su ensoñación y mirara fijamente al punto de unión con ella. -¡Vámonos de aquí!- tiró bruscamente del joven para salir pitando de allí. Él sólo se dejó llevar.
Los
otros dos los siguieron pero después de correr por tres calles
bastante transitadas pudieron perderlos. Eun Ji se carcajeó sin
parar mientras que Hakyeon se perdió en la sensación de oírla
reír, viendo como disminuía el paso y se giraba a observarlo. Sus
ojos se conectaron por unos segundos, dejando al joven prendado de
ella. A parte del cansancio de haber sido guiado, empujado y casi
tirado, él se sentía lleno, vivo. Aún cansado, respiró
profundamente recuperando el aliento cuando por fin pararon en un
callejón y se daba cuenta de que la había estado mirando sin pausa
desde hacía unos minutos. La mezcla de la emoción y la adrenalina,
que por primera vez le había producido su carrerón huyendo de
aquellos chicos, y la maravillosa calidez de la mano femenina que aún
se cernía a la de él, lo tenían extasiado.
-¡Ha sido lo mejor que me ha pasado nunca!- masculló sin poder contenerse. Y era cierto.
-¡¿Qué?!- preguntó incrédula Eun Ji.
Entonces
se dio cuenta, aún tenían sus manos unidas y, al alzar su mirada,
la sonrisa del muchacho la hizo apartar la mano y aclararse la
garganta. Una extraña sensación la azotó por entero, no por estar
incómoda, no, si no porque aún sabiendo que lo conocía de sólo
unas horas antes, aquel chico tan raro hacía que su cuerpo
intentara hablarle y decirle que debía estar al lado de él, como si
hubiera estado toda la vida con ella. Se sentía demasiado cómoda en
su compañía.
Se
frotó el pelo antes de poner los brazos en jarra. Lo que iba a
preguntarle quizás sonaría como una locura. Sin embargo quería
aclarar aquello: la razón de su repentina aparición, sus ganas de
ayudarlo en todo momento, sentirse tan bien al lado de él y,
sobretodo, la extraña necesidad de saber más sobre su verdadera
procedencia.
-Déjame preguntarte una cosa... ¿Quién eres?-.
Esa
pregunta pilló por sorpresa a Hakyeon. Y después de unos segundos
lo entendió. Le cuestionaba, no por su nombre o identidad; si no por
su vínculo con ella, por aquella unión que ambos sabían que
tenían. Y qué contestarle... ¿la verdad? La verdad sería bueno
contando con que él había sido un ángel hasta hacía poco, pero si
ella oía eso de su boca lo más probable es que lo tomara por un
completo desviado mental. Optó por el consejo de Ravi: fingir.
-Soy Hakyeon, un estudiante de intercambio- se estaba arrepintiendo antes de acabar. -Ya os lo dije-.
-Sí, eso ya lo sé. Pero...- una de sus manos, posada en la cintura, se la llevó a la frente, se veía frustrada. -¿Quién eres?-
No
contaba con eso. Con que ella insistiera.
-No entiendo-.
-Vamos a ver. Sé que pueden ser locuras mías pero siempre que he tenido este tipo de sensación jamás me he equivocado así que ¿me vas a contestar con la verdad o no? Sólo quiero eso-.
Ella
esperó. Él se sintió contra la espada y la pared. Por una parte el
deber de hacer lo correcto y por la otra el saber que si se dejaba
llevar quizás las cosas no saldrían bien. Recordó la cara de Ravi
esa misma mañana, la cagaría aún así se arriesgaría, le diría
la verdad. Quizás la ayuda de Eun Ji podría acelerar las cosas pero
¿y si no le creía? ¿Y si huía de él por creerlo loco? Daba
igual. Ahí iba la verdad.
-Hasta hace unas horas yo era tu ángel de la guarda- le dijo, sin adornarlo ni un poco.
Los
ojos de la muchacha se abrieron por completo. Hakyeon pensaba que
pronto atinaría a responderle algo. Al oír como las carcajadas de
Eun Ji inundaban todo el lugar. Se sintió, en cierto modo,
decepcionado.
-¿Y tú piensas que voy a creer tal cosa?- exclamó ella, poniéndose la mano en el pecho y calmando la risa. -¿Estamos locos o qué?- entonces frunció el ceño.
Él
prosiguió. Ya que se había decidido a ello no iba a parar en su
propósito.
-Esta mañana perdí mi llave del Edén, este hecho ha desencadenado mi estado actual. Mi cuerpo etéreo se ha vuelto humano, físico, tangible-.
-No me lo puedo creer, ¿sigues con la misma historia?- ahora lo miraba.
-Si no consigo la llave iré al infierno en siete, corrección, en seis días. Mi cuerpo se quemará con mi alma y no habrá salvación para mí- Hakyeon le devolvió la mirada seguro de querer terminar con su verdad. -Por consiguiente, tú, quedarás sin protección alguna ¿deseas que llegue ese día para comprobarlo?- le preguntó, intentando que abriera su mente a la posibilidad de en verdad sucediera.
-Espera, te estás creyendo tu propia historia ¿verdad?- él asintió seguro. -¿Estás hablando en serio?-.
-Sí, muy en serio. Lo que estoy diciendo es tan cierto como el hecho de que yo estoy aquí- N señaló enérgicamente sus pies. -Y tú estás ahí- ahora señalaba los femeninos.
La
mueca de ella cambió por la seguridad que proyectaba aquel muchacho.
-Bien, digamos que estás diciendo la verdad ¿qué prueba me mostrarías para que yo te creyera?-.
Bien,
Eun Ji comenzaba a contemplar la verdadera realidad.
-Tu pasado-.
-¿Qué?- ella volvió a fruncir el ceño.
-Pregunta algo de tu pasado y yo lo contestaré correctamente- le aseguró Hakyeon.
-¿Qué? ¡¡Eso sólo demostrará que me has estado espiando!!- se acercó al chico. En realidad quería golpearse a si misma, por ser tan estúpida. -¿Jaehwan tenía razón, eres un pervertido?-.
-¡No! ¡Por supuesto que no!- la agarró con suavidad de los hombros con intenciones de calmarla. -Déjame mostrarte una evidencia, sólo...-.
Lucía
enfurecida, corría el riesgo de que, de un momento a otro, huyera de
él. La conclusión a la que había llegado Eun Ji no era ni por
asomo la que él pretendía. Al parecer estaba entrando en terreno
pantanoso. Si proseguía seguramente ella se cerraría en banda de
nuevo y debía buscar algo que la dejara totalmente convencida de que
él decía la verdad.
-Hace cinco años. Tú estuviste apunto de morir- ella abrió sus ojos hacia él. Vale, tenía su atención al menos. -Jaehwan te salvó con mi ayuda-.
-¿Perdón?- eso no era posible. Eso no podía ser verdad. -¿Qué acabas de decir?-.
¿Cómo
podía saberlo? Sí, podía ser un acosador pero estar detrás de
ella por cinco años era demasiado enfermizo. Espera ¿estaba
empezando a creer aquella paranoia del ángel de la guarda? Cerró
sus ojos y eliminó esa absurda idea. Algo tan irreal no entraba en
su cabeza, era mucho más lista que eso. No podía creerlo, no debía
creerlo. Aún así lo estaba haciendo. Mierda.
Hakyeon
la seguía sujetando por hombros pero no la forzaba a nada. Tenía la
plena libertad de irse sin escucharlo más. Realmente quería irse
¿por qué su cuerpo no respondía?
-¿Crees que es físicamente posible que llegara hasta el otro extremo de la carretera a la velocidad del rayo? ¿Crees que un chico de quince años podría prácticamente volar hasta a ti en un sólo segundo? Yo fui quien lo elevé hacia ti, yo provoqué la ira de Ravi por arriesgar la vida de Ken por salvar la tuya- aseguró él.
Ella
recordó ese día y comprobó que decía la verdad. Técnicamente era
imposible que Jaehwan hubiera llegado a tiempo desde la otra acera.
Ese desconocido, o no tan desconocido, decía la verdad. Oh, su mundo
se vio sacudido, quiso cerrar sus ojos y encontrarse en su cama
después de haber tenido un estúpido sueño.
Hakyeon
notó que el cuerpo de Eun Ji se rendía, la tensión se desvanecía
y la impresión la estaba dejando desolada. Y a él se le cayó el
alma a los pies. ¿Había hecho mal? Sentirse orgulloso de su hazaña
hasta ahora no le sirvió para deshacer la desilusión al verla tan
afectada. Su rostro denotaba tristeza. Darse cuenta de que Jaehwan
significaba mucho más para ella que él, lo dejó totalmente
devastado. Claro, sólo era su ángel de la guarda. Y si todo salía
bien volvería a su irrelevante puesto de una vez por todas. Deseaba
volver, simplemente porque su nuevo corazón latía fuertemente, como
si estuviera a punto de romperse y, desgraciadamente, así era. Su
corazón se estaba rompiendo en pedacitos.
-Ohh dios- una lágrima traicionera corrió por la mejilla de Eun Ji y esta quiso disimularla frotando su mano por ella. -Esto... esto es tan...-.
-Lo sé- consoló N con un hilo de voz.
-Espera ¿qué?- preguntó inesperadamente Eun Ji. -¿Quién es Ravi?-.
La
situación se volvió un tanto bizarra ya que la muchacha se apartó
y cruzó sus brazos como si quisiera cambiar de tema. La bipolaridad
de su protegida lo abrumó. Después de recuperarse, Hakyeon frunció
el ceño y contestó:
-El ángel que cuida de Jaehwan, como yo de ti-.
-Creo que necesito un trago- soltó ella sin más.
El
moreno flipaba en colores.
-Tú no deberías, es decir, nunca has bebido alcohol-.
-No me digas lo que debo o no hacer- al apuntarlo con un dedo, él tragó saliva y asintió. En ese momento tenía miedo. -Ahora lo necesito y punto. El hecho de creer lo que estás diciendo me hace necesitarlo-.
A N
se le iluminó la cara. Ella le creía al fin. Sonrió
irremediablemente.
-Entonces ¿me crees?-.
-Digamos que sí. Ahora deja que digiera todo esto ¿vale?- le pidió cerrando los ojos y poniéndose las manos en las sienes, quizás tratando de entender por qué había accedido.
Sí,
le creía. Ella estaba confiando en él. Todo lo demás se
volatilizó. Esto lo cambiaba todo, podía ahora encontrar una
solución para salvarse y con la ayuda de su protegida. No obstante,
la idea de volver cada vez le agradaba menos, el hecho de Eun Ji
pudiera interactuar con él lo hacía echarse atrás.
-Por cierto ¿me ayudarás con la llave?- ella pareció volver de su trance al escuchar la voz de N.
-Madre mía... estoy loca...- sus manos se abrieron a cada lado de su rostro y después las cerró fuertemente. Quería alcanzar la calma por completo. -Bien ¿cómo es esa tal llave?-.
-Es un colgante. Una llave con dos alas de plata a cada lado- precisamente el que se hallaba en el bolsillo de Eun Ji pero tanta información recién digerida hacía que la mente de esta no llegara a tal conclusión. -Es de plata maciza-.
-No. No lo he visto ¿en verdad es esa minucia algo divino?-.
-Es mi salvación en todos los sentidos. Debemos encontrarla. Me gustaría que tú...-.
-Que yo te ayude- completó ella.
-Sí-.
-Está bien, aunque sigues siendo un loco de atar para mí- avisó, pero en su tono había diversión.
-Bien, gracias-.
Eun Ji avanzó para volver a casa, sin pensar en que Hakyeon no tenía una. Este se lo recordó.
-Emm perdona pero es que...- ella se giró para mirarlo, confundida. -No tengo dónde quedarme-.
-Oh-.
---
Al
llegar al patio trasero de la casa de Eun Ji, Hakyeon la ayudó a
saltar la verja y este saltó sin dificultad después. Una vez dentro
del jardín se miraron, el dedo de la muchacha en su boca y sus
ademanes le indicaban al ex-ángel que guardara silencio y tuviera
precaución, por alguna razón no debían hacer ruido. Eun Ji tenía
miedo de que Jaehwan hubiera ido a buscarla a casa después de salir
del coche enfadadísima y sin querer decirle hacia dónde se dirigía.
N también se acordó de que ella no vivía sola en aquella
residencia, además de Min Ah, Hyuk era su compañero de piso desde que
entraron a la universidad y si lo veía con ella en esas
circunstancias podría pensar lo que no era. No estaban en
condiciones de que los demás malinterpretaran. Pero ¿lo metería en
su casa aún sabiendo que su hermano estaba allí? Aunque la
habitación de Min Ah estuviera vacía por ahora, eso era arriesgado
por donde se mirase, esperó a ver qué idea rondaba la cabeza de su
protegida.
Llegaron
a la puerta de la pequeña caseta que usaban de trastero. Ella miró
hacia los lados y después habló:
-Quédate aquí, voy a ir por la parte delantera, sacaré un par de mantas y te quedarás en el trastero por ahora. Si mi hermano se da cuenta de que estás aquí se puede liar muy parda- la mueca de N cambió y erróneamente la chica la interpretó como disgusto por saberse “desplazado”. -Tranquilo, se está calentito y es confortable. Mi hermano ha dormido aquí más de una vez con sus amigos, fingiendo que estaban de acampada en la montaña- le explicó con sorna. Nunca entendió las locuras de su querido hermano.
-Eun Ji, lo sé- Hakyeon sonrió casi riendo. Claro que lo sabía.
-Oh, es que aún no me acostumbro- dijo ella mucho más relajada. -Ahora vuelvo-.
La
sonrisa. Otra vez esa sonrisa que lo dejaba K.O. Asintió como un
tonto sin perderla de vista, la última imagen fue cuando Eun Ji giró
la puerta que separaba el patio trasero con el delantero y
desaparecía. Pestañeó entonces. Aquella mujer lo descomponía, más
aún con su nuevo cuerpo. Que débil eran los humanos a las
sensaciones, y ¡que sensaciones, madre mía!
Eun
Ji esperó encontrarse con el coche de Jaehwan como temía pero no,
el coche que estaba aparcado frente a su casa era el de Leo ¿Leo, a
esas horas? Cuando llegaba con su hermano siempre lo hacían juntos
en la moto de este. A menos que...
Corrió
hacia la puerta con una mezcla de entusiasmo y miedo. Si sus
sospechas eran ciertas esa noche iban a ser en casa más de dos.
Golpeó con cierta inquietud. La persona que abrió gritó como ella.
Las dos doblaron levemente sus rodillas y alzaron las manos con
ímpetu antes de abrazarse y saltar juntas.
Era
Min Ah. La tercera en discordia en aquella casa. La compartía con
ella y su hermano. Sin embargo, hacía unos meses encontró trabajo
lejos de la provincia y se tuvo que mudar. Igualmente tenía su
habitación esperándola para cuando terminaba la temporada, ya que
era un trabajo ocasional, a finales de agosto siempre volvía. Eun Ji
no lo recordó por lo pasado en ese día y se maldijo internamente
por no hacerlo.
Min
Ah era mayor que los hermanos y aunque pagara las deudas
religiosamente siempre actuaba impulsivamente. Sólo mirar su pelo de
un color cada mes, se denotaba su personalidad. Complementaba a
aquellos dos y sobretodo a su novio, Leo, que justo en ese momento
aparecía en el campo de visión de Eun Ji. Vestido sólo con unos
pantalones vaqueros se sacudía el pelo con una toalla.
-Hola, Eun Ji- dijo este cuando sus miradas se cruzaron.
Pareció no inmutarse al verse medio desnudo frente a la recién llegada. Bufó y se fue hacia el sofá del salón.
-Anda que perdéis el tiempo vosotros dos- riñó divertida Eun Ji, soltándose del abrazo de oso de su amiga.
-No hemos hecho nada. Tu hermano está preparando la cena y no es cuestión...- la morena no se veía convencida y prosiguió. -Me ha traído del aeropuerto para darte una sorpresa, no le ha dado tiempo a ducharse después del entrenamiento así que lo ha hecho aquí. Algunas veces me sorprende el concepto depravado que tienes de mí- Eun Ji al escuchar esto rodó los ojos.
-Y me vas a decir que no tengo conocimiento de causa...- inquirió.
-Vale vale, tú ganas. Vamos a cenar- se dio por vencida Min Ah.
-Me alegra tenerte aquí de nuevo amiga-.
Ambas sonrieron y entraron a casa.
---
Al
recostarse en la cama Eun Ji sonrió. Su amiga volvía, el callado de
Leo se notaba feliz de tenerla de nuevo y a ella le encantaba el
ambiente que se respiraba en esos momentos. Después de cerrar los
ojos y rodar hacia un lado, salió del colchón para cambiarse. Hasta
que al quitarse el pantalón escuchó algo que cayó del bolsillo.
Confundida recogió el objeto de la moqueta que cubría su habitación
y lo examinó. Un colgante. Una llave de plata con un par de alas a
cada lado.
Hakyeon.
El
ángel.
Oh
dios mío. Se le había olvidado por completo.
-Mierda-.
Se
puso el pijama rápidamente y corrió escaleras abajo descalza para
no llamar la atención. Al llegar a la puerta de la cocina, que daba
al jardín trasero, se puso las zapatillas de estar por casa y anduvo
lentamente susurrando el nombre de N. ¿Qué había pasado? ¿Se
habría ido?
-¡Hakyeon!-.
De
pronto notó que alguien se colocaba detrás, apretándose contra
ella. Una mano tapó su boca y otra se cernió a su cintura. Los ojos
de Eun Ji se cerraron ¿qué debía hacer en esos momentos? ¿Quién
era ese que la inmovilizaba?
Se
temió lo peor y quiso gritar pero no podía ¿qué sería de ella?
¡Y que vengan los ángeles a por mí! by Laura Ramírez Patarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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