Introducción
Capítulo 1: Inocencia perdida
Un fatídico día de octubre de 2002 /
Corea del Sur
-¡No! ¡Suélteme por favor! ¡No!- La
muchacha intentaba librarse de los golpes de aquel hombre que
intentaba ultrajarla.
-¡Cállate! ¡Las mujeres solo sabéis
hablar! Yo te voy a callar...- En uno de sus fuertes zarandeos atinó
a darle contra la pared, la joven sintió un fuerte dolor en el
hombro pero no podía ceder. Debía resistir para que ese hombre no
pudiera hacerle nada. Imposible, era una cría de catorce años
contra un tipo de cuarenta. La fuerza que ejercía sobre ella no le
dejaba ninguna posibilidad de escapatoria.
-¡Por favor! ¡Ayuda!
-Niña tonta de esta nadie te salvará-
Se acercó a ella y rápidamente la tumbó en el suelo. No tubo
tiempo de reaccionar hasta que lo vio encima suya. -Te haré callar
ahora
Lo que la muchacha estaba temiendo que
ocurriera se estaba cumpliendo, tenía la intención de violarla. Le
agarró ambas manos por encima de su cabeza para que no pudiera
moverse y comenzó a desvestirla bruscamente, ayudándose de una
navaja que sacó de uno de sus bolsillos. Las lagrimas recorrían
ahora la cara de la niña al ver que encima de ser forzada podría
morir en el intento. Giró su rostro para intentar trasladarse a otro
lugar. En su mente quizás podría dibujar otro escenario, algo que
la ayudara a no sentir nada que ese hombre le hiciera. Fracasó...
Todo su cuerpo se estremeció al notar a ese hombre tocarla con manos
lascivas pero eso no fue nada comparado con el dolor horrible de
sentirlo dentro de ella, desgarrándola una y otra vez como si fuera
un desecho sin vida. Logró omitir los gritos mordiéndose el labio
inferior tan fuerte que sangró. Las lágrimas se amontonaban por su
rostro, se sentía sucia, sucia y devastada, como una vieja muñeca
de trapo. Mejor la hubiera matado antes que hacerle eso, su rostro no
trasmitía nada, su mirada estaba vacía sin vida. Pero al ver que
terminaba cerró los ojos ya que temía mirarlo a la cara.
-¿Ves? Ahora si estás calladita-
Sentenció aquel tipo que se subía los pantalones triunfante, como
si hubiera hecho el mayor de sus logros. Escuchar esa voz hizo sentir
un escalofrío a la joven, le repugnaba el simple hecho de oír a ese
desgraciado. No satisfecho con eso la agarró por los hombros para
levantarla. A duras penas se mantenía en pie, volvió a golpearla.
Su cuerpo tambaleante llegó hasta una mesa en aquella habitación.
La joven no podía creer lo que estaba
viendo, un cuchillo se hallaba al lado de dos platos con comida. En
un segundo se encontraba agarrándolo y abalanzándose sobre él. Se
lo clavó en la espalda ya que, confiado, estaba aun terminándose de
vestir tranquilamente.
-¡Perra!- Gritó el individuo dándose
la vuelta. Al parecer la debilidad que sufría la muchacha no bastó
para alcanzar algún órgano vital. Estaba dispuesta a matarlo por lo
que no despegaba sus manos del cuchillo aun clavado en la espalda de
ese hombre. Giró bruscamente intentando quitarse de encima a la
muchacha pero esta estaba dando todo su esfuerzo para acabar con lo
que estaba haciendo. La hoja se hundió un poco más. -¡Agg!
¡Maldita! ¡Maldita zorra!- Ahora sí pudo girar lo bastante rápido
como para que la niña saliera despedida hacia un lado. Calló al
suelo y observó como aquel tipo sin ni siquiera inmutarse por el
arma en su espalda comenzaba a patearla. Un golpe cestero en la
cabeza la dejó semiconsciente, por increíble que pareciera le
resultó un alivio perder conexión con la realidad. El dolor cada
vez era más lejano y los sentimientos estaban ya desapareciendo,
sintió un calambre al recibir otra brutal patada en la coronilla y
ahí fue donde se sumió como en un sueño profundo. Desde lo más
recóndito de su corazón deseó no despertar más.
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La despertó una leve corriente, notaba como su cuerpo estaba en algo blando. Adivinó que podría estar en un sitio tranquilo y muy cálido, después de escuchar un ruido sintió la necesidad de abrir sus ojos. Sí, los abrió pero todo estaba oscuro ¿Era de noche? No, esa oscuridad no era normal. Su corazón comenzó a acelerarse temiendo su más oscuro pensamiento. Se incorporó bruscamente y fue ahí cuando sintió un dolor punzante en la entrepierna. Todo lo que había pasado volvió a su mente, a su memoria. La ínfima posibilidad de que eso hubiera sido una terrible pesadilla se esfumó. Había sido violada, ultrajada y golpeada como a un perro. Emitió un grito desgarrador antes de ponerse a llorar con todas sus fuerzas.
-¡Sung Hye! ¡Hija! ¡Tranquila por
favor! ¡Mi niña, tranquila!- Aquella voz era de su madre, la
tranquilizó por unos segundos saber que estaba a su lado.
-¡¿Mamá?! ¡Mamá!- Al buscarla en
esa oscuridad se dio cuenta que no podía verla, eso la volvió a
sumir en un incesante llanto.
-¡Mi niña! ¡¿Qué le han hecho a mi
niña?!- La estrechó entre sus brazos fuertemente pero eso hacia que
llorara aún más. Su hija estaba sufriendo profundamente y eso le
desgarraba el corazón haciendo que también comenzara a sollozar.
-¡Mis ojos, mamá! ¿Qué le pasa a
mis ojos?- Preguntó algo que de por si sabía pero debía, tenia que
cerciorarse. La mujer tragó saliva.
-Mi niña...
-¡Por favor! ¡Quiero la verdad!- Por
un momento se apartó de ella para mostrarse autoritaria.
-Tú... Tú no puedes ver... Porque
estás ciega mi amor- Sus palabras se clavaron en el corazón ya
destrozado de la joven. Lo sospechaba pero tenía la esperanza de que
no fuera cierto, de que solo fuera algo pasajero... Volvió a
cobijarse entre los brazos de su madre para intentar aliviar un dolor
incesante que duraría una vida entera aliviar. Su adolescencia feliz
había acabado de una estocada, con aquella cruda realidad. Su
burbuja no fue rota, si no destrozada por aquel suceso que quizás
podría superar pero jamás olvidar.
Febrero de 2003 / Corea del Sur
-¡Tú no vales para nada! Te dije que
lo educaras bien y mira en lo que se ha convertido. Es un vago que no
hace absolutamente para nada ¡Igual que su madre! ¡Un pelele sin
carácter ni convicción! Tanto trabajo para que mi familia se
convierta en esto...- Los gritos se escuchaban desde la habitación
de aquel niño, tarareaba una canción intentando inútilmente
acallar esa voz en su mente. Su padre volvía a ofender a su madre y
esta solo asentía. Sus lágrimas comenzaban a salir sin su permiso a
lo que subió su tono al cantar para aislarse de todo.
-¡Maldito niño! ¡Ahora mismo te vas
de esta casa! ¡Jamás volverás aquí hasta que dejes esa estúpida
idea de cantar!- Su padre se había adentrado en su habitación
completamente enfurecido. Se dirigió a su ropero para sacar toda la
ropa que pillaba a su paso.
-¡¿Mamá?! ¿Qué hace papá? ¿Qué
quiere hacer?- Preguntó entre sollozos el muchacho totalmente
asustado por las acciones de su padre. Corrió a las faldas de su
madre intentando que esta le diera una explicación.
-Jonghyun hijo, por un tiempo te irás.
Tranquilo es un sitio muy bonito y podrás hacer amigos allí
¿Entiendes?- La mujer agarró su mentón para hacerlo mirar hacia
ella pero solo lo hizo llorar más.
-¡No! ¡No quiero! ¡Yo quiero estar
contigo mamá!
-¿Lo ves? Lo has vuelto un estúpido
llorica. A donde vas aprenderás lo que es ser un hombre así que
deja de llorar o te callo yo- Lo amenazó sin piedad haciendo que se
estremeciera agarrando fuertemente la falda de su madre.
Marzo de 2005 / Japón
-Sí mamá, estoy bien- Jonghyun hizo
una pausa. Temía la respuesta pero debía preguntar a su madre.
-¿Qué se sabe de lo de papá?
-Hijo... Le caerán ocho años...- Se
escuchó por el teléfono.
-Eh...- Deseaba decirle que se lo
merecía. Su padre era un corrupto además de ser un cabrón porque
no podía entrenarse para más. Lo odiaba, por pegarle a su madre y
hacer de sus vidas un infierno. Enterarse de que lo habían condenado
por malversación de fondos le produjo cierto alivio. Pero le
importaba demasiado su madre, aquella que amaba con toda su alma así
que no quería ponerla mal con comentarios desafortunados. -¿Y tú?
¿Cómo estás?
-Bien, hijo estoy bien... Solo quiero
que vuelvas. Te extraño tanto- Jonghyun escuchó un leve sollozo por
parte de ella pero intentó distraerla.
-Mamá, estaré allí pronto, intentaré
llevar todo lo que ese... lo que papá dejó a medio hacer y, por
supuesto, volveré a tu lado- La voz de su madre se escuchaba
eufórica al decirle aquello. Terminó de hablar y colgó el teléfono
levantándose de allí. Estaba en una de las salas telefónicas del
internado donde residía pero solo se permitía utilizarlas una vez
al mes para llamar a sus familiares. Comenzó a llorar al llegar a su
habitación, debía quedarse un poco más... Soportar todo aquello
por los compañeros que sufrían lo mismo que él. Saber que al salir
se encontraría con todo el poder de su padre le animaba a seguir
comportándose para poder salir de allí lo antes posible. Si no
¿Donde podían denunciar aquello? ¿Quien podría ayudarlos? Desde
fuera quizás encontraría la forma de acabar con lo que sucedía en
ese orfanato. Muchos no le creerían pero con todo el imperio de su
padre algunas opiniones podrían ser fácilmente variables.
Ese lugar aparentaba ser seguro,
distinguido y con lujosas comodidades pero dentro de sus puertas se
encontraba el peor infierno para un niño o un adolescente. Sufrían
todo tipo de maltrato, vejaciones, golpes y malas palabras. Lo peor
era el castigo a un comportamiento fuera de lo normal, algo que
estaba muy por encima de lo que uno pudiera imaginar. Solo pensar en
aquello su piel se erizaba, en ese año había pasado varias veces
por ello. No era un “alumno ejemplar” y debía ser castigado,
siempre intentaba proteger a otros compañeros de aquel suplicio. Su
padre tenía razón en algo, ser un pelele no servía de nada,
aplicaba esa enseñanza para ayudar a sus amigos. Mejor él ya que no
se merecía ni el amor de su padre a un pobre niño que suplicaba
perdón.
Junio de 2010 / Corea del sur
Jonghyun lo estaba dando todo esa
noche, la gente vitoreaba a la banda SHINee y aquel local estaba a
rebosar. Sentía subir la adrenalina con la rapidez de un rayo.
Estaba preparado para su última canción... Aquella canción que le
dedicaba a su padre. Ese ser al que odiaba tanto.
Aquel mini concierto fue un éxito y al
terminar la gente ya había abandonado el lugar cuando los cinco
amigos se sentaron a tomar algo que los refrescara.
-Buaa... Ha sido alucinante ¿Qué no
chicos?- Dijo Jonghyun apoyando su codo en el hombro de su amigo.
-¡Sí!- Gritaron todos al unisono.
-Y... ¿Qué hay sobre tu madre? Ha
estado llamando todo el día Jonghyun- El mayor habló para decaer el
ambiente, algo que disgustó al joven.
-Onew... Sabes que no me gusta hablar
de eso, sabéis que odio todo lo relacionado con la empresa. Sí, sé
lo que quiere. Pero sus asistentes pueden ayudarla mejor que yo, amo
a mi madre pero cuando se pone así no la soporto- Confesó el joven
bebiendo de un botellín de cerveza.
-Tienes razón, siento haber hablado de
eso cuando estamos celebrando. ¡Brindemos!- Todos alzaron sus
bebidas- ¡Por el éxito!
-¡Por el éxito!- Todos estaban
eufóricos pero Jonghyun bajo su cabeza.
Cinco años de libertad que parecían
ser otra prisión como el internado. Odiaba llevar los negocios de la
familia, el amaba el mundo del espectáculo y en el que vivía no le
permitiría hacerlo. Le dolía hacer sufrir a su madre pero esas
escapadas bajo la identidad falsa de rockero era lo que en verdad lo
llenaba. Todo lo cubría con una personalidad brillante ante
cualquier situación, sobretodo con las chicas. Le encantaba
coquetear ocultando su inseguridad, ese trauma jamás lo dejaba
tranquilo y cada vez se estaba volviendo más grave...
Capítulo 2: Traumas del pasado
Capítulo 2: Traumas del pasado

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