Os dejo con un nuevo oneshot... No sé como describir esta historia... Es algo que me ha venido a la cabeza sin más, solo espero que no aburra y que os guste...
Mi extraño inquilino
Sileny comenzaba a morderse el labio con molestia, su amiga no paraba de hablar de él. Le habría gustado que por un día hablaran
de otra cosa pero sabiendo como era, eso sería mucho pedir. Michael, así
se llamaba el tío que traía loca a Abey, su amiga desde primaria. Pero
ella era una de las muchas que estaban coladitas por él. Era el típico
arrogante que rompía corazones con una extraña diferencia: Jamás hizo
caso a ninguna de ellas, es más, las ignoraba por completo. Los rumores
de su homosexualidad parecían darle igual, tanto a él como a Abey.
Esta moriría si supiera la verdad...
Michael vivía con Sileny, era su inquilino. Lo más seguro es que si se lo contaba a su amiga lo divulgaría como una noticia en el periódico de las mañanas y se enfadaría, claro está. No estaba dispuesta a decirle que ese extraño chico vivía con ella. Hacía ya tiempo que ponía excusas para que nunca quedaran en su casa e incluso había inventado alguna que otra avería para que no se le cruzara la idea de ir a visitarla.
Tres meses antes se encontraba hasta arriba de deudas y necesitaba un compañero que le ayudara con los gastos, varias entrevistas habían sido nefastas. La mayoría no estaba dispuesto a pagar la cantidad mensual y/o no cumplía los requisitos que la muchacha había especificado. Convivió con un payaso que se pasaba todo el tiempo en el cuarto, ponía todo perdido y se tiraba horas con la música a tope hasta las tantas de la mañana. Tuvo que echarlo cuando recibió una queja de la comunidad de vecinos. Necesitaba alguien que fuera ordenado, responsable y que todo lo que usara en casa lo asumiera en la factura mensual. Entonces apareció aquel chico. La primera impresión fue buenísima: Guapo, alto, educado y le pagó la entrada de alquiler en la misma entrevista. Parecía cumplir todo y encima era agradable a la vista...
Pero él también puso una condición, que no revelara a nadie que vivía con ella. Le pareció algo extraño pero la cantidad de dinero que estaba dispuesto a dar era la solución a sus problemas financieros. Aceptó y el tipo se mudó al día siguiente. No podía poner ninguna queja ya que no rompía ninguna característica exigida por ella, al contrario, no paraba en casa. Por las mañanas se encontraban en la universidad y de milagro la llegaba a mirar alguna vez. En el departamento solo estaba en las tardes, misteriosamente a primera hora de la noche salía sin dar ninguna explicación ¿Dónde dormía? ¿Qué hacía un muchacho como él a esas horas en la calle? El simple hecho de que ni le dirigiera la palabra le molestaba y no tenía excusa para echarlo de su hogar, ya que pagaba religiosamente las cuotas, y todo lo que se atrevía a coger de la nevera después lo remplazaba sin chistar.
Lo que ponía en su contrato era respeto mutuo en la convivencia, esta era inexistente aunque tampoco habían tenido la oportunidad de discutir sobre nada. Simplemente le daba curiosidad los hábitos de aquel joven, no saber que se traía entre manos era lo que verdaderamente le molestaba. Sí, era eso. Su maldita ansia de saberlo todo, desde pequeña había sido así. No deseaba caer bien puesto que se quería tal y como era pero por alguna razón quería conocer más a ese tipo para saber de que pie cojeaba. Al fin y al cabo estaban bajo el mismo techo, ese desconocido podía ser peligroso.
Se asustó al darse cuenta que los ojos de Michael también se habían clavado en ella. Le daba escalofríos tan sólo verse correspondida por una de sus miradas. Pareciera que escaneaba sus más profundos pensamientos y se encontró retándolo, aguantando su mirada hasta que lo sintió demasiado cerca. Habría jurado que ese tío le acababa de leer la mente. Cerró los ojos instintivamente, por un momento le había gustado esa sensación. ¡Qué locura!
Pasaron varios días hasta que la cabeza de Abey volvió a maquinar algo. Por mucho que le aconsejase que ese extraño no le convenía, ella estaba empecinada en llamar su atención. La llamó por teléfono diciendo que se juntaran en la cafetería de siempre, supuestamente a tomar algo. No fue así.
A simple vista parecía una discoteca cualquiera pero algo extraño hizo temblar a Sileny. Todos y cada uno de los que estaban ahí las miraban como si fueran comida. Incluso pudo ver que un joven de unos treinta años se relamía los labios al verla. Entonces algo demasiado grotesco se cruzó en su campo de visión.
Se estremeció sobremanera al ver la escena y cerró sus ojos. Aquello no era posible ¿Era sangre? Sí, pudo oler el asqueroso olor que desprendía aquel animal en una de las mesas. Espera... Eso no era un animal. “¡Oh dios mio!” masculló en su cabeza al darse cuenta de lo que era, apretó con fuerza la mano de su amiga. Esta por fin entendía que habían entrado en la casa del diablo. Retrocedieron lentamente hasta que Sileny notó que su pantalón se mojaba poco a poco al chocar con algo, otra mesa, otro cuerpo despedazado. Casi vomita ahí mismo si no hubiera escuchado los sollozos de Abey. La música estaba alta pero podía escucharlos claramente. Tiró sin más de la extremidad de su amiga para salir de ese lugar lo más rápido posible.
Corrieron hacia la entrada cuando pudo sentir que tiraban de ella, Abey era arrastrada por varias personas con toda su fuerza. Intentó ayudarla pero el miedo había hecho sudar sus manos, se soltó sin poder hacer nada. Volvía a por ella sin éxito, dos hombres se interpusieron y comenzaban a acercarse a ella. Lo sentía, querían acabar con su vida al igual que con la de Abey, sus miradas tornaron a un negro azabache. ¿Qué eran esas personas? ¿Qué querían hacer con ellas? Su mente dio en el clavo sin quererlo: Querían devorarlas. Imposible.
No pudo preguntarse nada más cuando sintió un fuerte tirón de su mano izquierda. Una mano cálida agarraba la suya con fuerza saliendo de aquel lugar. No podía ver nada, sus lágrimas inundaban su rostro, su amiga seguía ahí dentro. Quizás siendo descuartizada y sirviendo de alimento para esos monstruos. Una arcada casi la hace echar por fin la pota.
Al parar en seco pudo ver quien la ayudaba a huir. El que menos esperaba que fuera la había salvado de ser devorada por esas criaturas. Michael avanzó de nuevo después de asegurarse que nadie los seguía de cerca, guiándola, sin cesar hasta llegar al bosque cerca de la ciudad. No, ella debía volver a por Abey.
¿Amigos...? Abey ya no estaría ahí.
¿Familia...? No contaba con ese privilegio.
¿Estudios...? Podía comenzarlos en otro lugar, al lado de un hombre-lobo.
Al escuchar aquella palabra un escalofrío recorrió su espalda. Cerró sus ojos fuertemente, cabía la posibilidad de estar soñando. No, al abrirlos Michael seguía exigiendo una respuesta. Lo que jamás pensó es que de su boca saliera algo así:
Sileny percibió un bufido del joven por la interrupción de aquel beso y apoyó su cabeza en el pecho de este al ver que comenzaba a correr. Quizás en otra ocasión. Una triste sonrisa comenzaba a asomar por el rostro de la muchacha. Una nueva vida les esperaba al atravesar ese bosque.
Su extraño inquilino le ofrecía un nuevo mundo por explorar...
Michael vivía con Sileny, era su inquilino. Lo más seguro es que si se lo contaba a su amiga lo divulgaría como una noticia en el periódico de las mañanas y se enfadaría, claro está. No estaba dispuesta a decirle que ese extraño chico vivía con ella. Hacía ya tiempo que ponía excusas para que nunca quedaran en su casa e incluso había inventado alguna que otra avería para que no se le cruzara la idea de ir a visitarla.
Tres meses antes se encontraba hasta arriba de deudas y necesitaba un compañero que le ayudara con los gastos, varias entrevistas habían sido nefastas. La mayoría no estaba dispuesto a pagar la cantidad mensual y/o no cumplía los requisitos que la muchacha había especificado. Convivió con un payaso que se pasaba todo el tiempo en el cuarto, ponía todo perdido y se tiraba horas con la música a tope hasta las tantas de la mañana. Tuvo que echarlo cuando recibió una queja de la comunidad de vecinos. Necesitaba alguien que fuera ordenado, responsable y que todo lo que usara en casa lo asumiera en la factura mensual. Entonces apareció aquel chico. La primera impresión fue buenísima: Guapo, alto, educado y le pagó la entrada de alquiler en la misma entrevista. Parecía cumplir todo y encima era agradable a la vista...
Pero él también puso una condición, que no revelara a nadie que vivía con ella. Le pareció algo extraño pero la cantidad de dinero que estaba dispuesto a dar era la solución a sus problemas financieros. Aceptó y el tipo se mudó al día siguiente. No podía poner ninguna queja ya que no rompía ninguna característica exigida por ella, al contrario, no paraba en casa. Por las mañanas se encontraban en la universidad y de milagro la llegaba a mirar alguna vez. En el departamento solo estaba en las tardes, misteriosamente a primera hora de la noche salía sin dar ninguna explicación ¿Dónde dormía? ¿Qué hacía un muchacho como él a esas horas en la calle? El simple hecho de que ni le dirigiera la palabra le molestaba y no tenía excusa para echarlo de su hogar, ya que pagaba religiosamente las cuotas, y todo lo que se atrevía a coger de la nevera después lo remplazaba sin chistar.
Lo que ponía en su contrato era respeto mutuo en la convivencia, esta era inexistente aunque tampoco habían tenido la oportunidad de discutir sobre nada. Simplemente le daba curiosidad los hábitos de aquel joven, no saber que se traía entre manos era lo que verdaderamente le molestaba. Sí, era eso. Su maldita ansia de saberlo todo, desde pequeña había sido así. No deseaba caer bien puesto que se quería tal y como era pero por alguna razón quería conocer más a ese tipo para saber de que pie cojeaba. Al fin y al cabo estaban bajo el mismo techo, ese desconocido podía ser peligroso.
–Lo siento Sileny, pero es que es tan...
–¿Extraño, esquivo, siniestro? –terminó por decir la muchacha sin dejar de mirar a Michael.Estaba en la cancha de fútbol, siempre lo veía ahí pero jamás entraba al equipo. Al parecer ese extraño muchacho tenía algún trauma porque estaba segura que podría ser bueno en ello. Lo había pillado alguna que otra vez admirando a los demás jugar con una mueca de tristeza. No, sólo eran imaginaciones suyas.
Se asustó al darse cuenta que los ojos de Michael también se habían clavado en ella. Le daba escalofríos tan sólo verse correspondida por una de sus miradas. Pareciera que escaneaba sus más profundos pensamientos y se encontró retándolo, aguantando su mirada hasta que lo sintió demasiado cerca. Habría jurado que ese tío le acababa de leer la mente. Cerró los ojos instintivamente, por un momento le había gustado esa sensación. ¡Qué locura!
–Atractivo, de ojos grandes y profundos, atlético. Sólo tú pareces verle lo malo. Si que es bastante misterioso pero eso lo hace más atrayente. Si tan sólo supiera dónde vive...Sileny se atoró con el zumo que estaba ingiriendo.
–Mejor que no te metas con ese tío, me da que no anda en nada bueno.Sinceramente era lo que pensaba y bajo ningún concepto dejaría que Abey supiera dónde se alojaba.
–¡Aish! Eres una amargada.La dejó sola en aquellas gradas donde solían tomar su almuerzo mañanero.
–¡Yo también te quiero! –le gritó Sileny, obteniendo como respuesta un bufido por parte de su amiga.Volvió su rostro al chico. Dios mío, su corazón dio un respingo. Estaba justo enfrente de ella, con el ceño fruncido. Le ofreció una sonrisa torcida que le erizó los pelos de la nuca.
–¿Qué...?
–Encárgate de ella o se meterá en problemas –advirtió Michael, mirándola fijamente.Se sentía totalmente desnuda ante él. ¿Quién demonios era ese muchacho? Sin más se giró y comenzó a bajar las gradas con soltura. No, ella debía saber la razón de aquellas palabras.
–¡Ey! ¡Tú! ¿A qué te refieres con eso? ¿La estás amenazando? –le preguntó después de alcanzarlo, tenía su mano en el antebrazo de este.Él miró detenidamente la extremidad de Sileny, con ese simple gesto exigió a la muchacha que lo soltara pero estaba tan ofuscada en que le diera una respuesta que ni notó aquello.
–Tu amiguita me siguió ayer y no es la primera vez que lo hace, eso podría llamarse acoso ¿Quieres que tenga pleitos con la policía?Tenía razón y maldijo a su amiga por ser tan imprudente. El corazón de Sileny se calmó por un momento y entonces advirtió que seguía reteniendo al joven con su mano. Le miró a los ojos, ahora volvía a aumentar aquella sensación en su interior. Lo soltó rápidamente y alejó ese estúpido pensamiento.
–No, claro que no pero...Increíblemente aquel tipo se disponía a irse hacia los vestuarios, la volvía a dejar con la palabra en la boca. Eso ya era el colmo. Lo alcanzó poniéndose en frente para impedirle el paso.
–¿Quién demonios te crees que eres para dejarme con la palabra en la boca?
–Fuera de mi camino –advirtió él.Su mirada fue fulminante pero Sileny no se inmutó. Michael sacó los dientes en signo de molestia.
–No hasta que me contestes: ¿Qué te piensas que eres para pisotear a los demás así? Eres, además de extraño, arrogante.Mala idea decir aquello. Dos segundos después estaba acorralada en la pared del pasillo.
–¿Qué haces? –preguntó ella bastante confundida. No hubo respuesta.Michael siguió avanzando hacia ella hasta que dejó de existir espacio entre ellos. Puso una de sus manos al lado de la cabeza de Sileny haciendo un ruido grotesco. Si esta creyera en cosas paranormales habría jurado que toda la pared tembló por un momento. Ya estaba alucinando. Debía estar totalmente asustada pero no, por increíble que pareciera, ese hombre no le daba miedo en absoluto. Al contrario, sentía como si sólo la quisiera advertir de algo, de alguien.
–A ninguna niñata le conviene enredarse conmigo y mucho menos a tu amiga. Te aviso por las buenas para la detengas antes de que ocurra algo de lo que se pueda arrepentir.Su rostro se acercaba cada vez más al de la muchacha como signo de amenaza. Lo que no previó es que por alguna razón ella no sentía miedo. Sus ojos lo miraban con desprecio pero no con temor. Jamás le había pasado algo como eso ¿Comenzaba a perder facultades? No, imposible. Se acercó aún más.
–Veo que disfrutas del miedo, quizás debas darte cuenta que disfrutar de ello trae consecuencias... –sonó macabro aunque para la muchacha era sólo una advertencia.Quería alejarla de él, protegerla ¿Protegerla? Se estaba volviendo completamente loca.
–No te preocupes, ya sé que mi amiga no debe acercársete pero no hacía falta que te las dieras de matón conmigo. Acabo de descubrir que solo aparentas ser alguien peligroso para alejar a la gente de ti ¿De qué tienes miedo?Insólito, nadie se había atrevido a hablarle así jamás. Esa chica se estaba pasando de la raya y sin embargo no le molestaba. Debía avisarle que no siguiera igualmente, no era bueno que se adentrara más en su mundo.
–Tú no sabes nada de mí. Si no quieres salir mal parada deja de hacer preguntas –concluyó él.Sin más se alejó dejando a Sileny con el corazón encogido ¿Qué pasaba por la cabeza de Michael? ¿Qué ocultaba con tanto ahínco? Su cabeza le decía que echara lo antes posible a ese chico de su vida, sin embargo, su corazón comenzaba a sentir una curiosidad enorme por saber sus secretos. Suspiró cuando por fin lo perdió de vista, había estado conteniendo la respiración por varios minutos y casi se asfixia por demostrar endereza frente a él.
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Pasaron varios días hasta que la cabeza de Abey volvió a maquinar algo. Por mucho que le aconsejase que ese extraño no le convenía, ella estaba empecinada en llamar su atención. La llamó por teléfono diciendo que se juntaran en la cafetería de siempre, supuestamente a tomar algo. No fue así.
–¡No, Abey! Te he dicho mil veces que ese tipo no te conviene. Vámonos de aquí.Sin que se diera cuenta, su amiga la había guiado hasta un callejón de aquel barrio tan peligroso. Decía que para encontrarse con alguien de la universidad. Fue una encerrona. Quería que la ayudara a investigar a Michael siguiéndolo a esas horas de la tarde, justo cuando salía de casa para no volver hasta el día después.
–Por favor, Sileny. Sólo es ver a qué se dedica, me da que trabaja en la noche. Imagina que es un contrabandista o un mafioso –dijo Abey agarrándola por el brazo y mirándola con insistencia.
–¿Y eso es bueno para ti? ¡Estás completamente loca! Yo me largo de aquí ¡Ya!Justo cuando se disponía a girar sobre sus pasos ambas lo vieron. Michael andaba por la calle como si tal cosa. Giró un par de veces sobre su eje, al parecer se aseguraba que no lo siguieran. Si supiera que Abey y ella lo espiaban, la joven no quería ni imaginar las consecuencias de lo que estaban por hacer. Lo vieron entrar a un local, desde fuera se escuchaba la música de su interior y el tirón que Abey le había dado en el abrigo a Sileny, le avisaba que tenía intenciones de entrar allí, con ella.
–Ni hablar Abey. No debemos estar aquí, me da mala espina todo esto.Sinceramente tenía miedo, no se había equivocado con Michael. Parecía tener asuntos turbios, ese barrio no era famoso por sus buenos vecinos. Sus calles eran peligrosas y los negocios más sucios se practicaban en aquel lugar. Deseaba tener una sartén para estamparla en la cabeza de su amiga e irse pitando con ella de allí.
–Vale, entonces lo haré yo sola. Seré una chica mala para Michael –alzó uno de sus puños al frente de su cara mostrando su mejor pose dura–. ¡Bye bye!No podía creerlo, no sabía dónde se estaba metiendo y el peligro que corría. No dejaría a su amiga entrar en ese antro sola así que, tragando saliva, la siguió hasta la entrada. El portero las miró de arriba a abajo y sin detenerlas giró su rostro hacia otro lado dándoles paso.
A simple vista parecía una discoteca cualquiera pero algo extraño hizo temblar a Sileny. Todos y cada uno de los que estaban ahí las miraban como si fueran comida. Incluso pudo ver que un joven de unos treinta años se relamía los labios al verla. Entonces algo demasiado grotesco se cruzó en su campo de visión.
Se estremeció sobremanera al ver la escena y cerró sus ojos. Aquello no era posible ¿Era sangre? Sí, pudo oler el asqueroso olor que desprendía aquel animal en una de las mesas. Espera... Eso no era un animal. “¡Oh dios mio!” masculló en su cabeza al darse cuenta de lo que era, apretó con fuerza la mano de su amiga. Esta por fin entendía que habían entrado en la casa del diablo. Retrocedieron lentamente hasta que Sileny notó que su pantalón se mojaba poco a poco al chocar con algo, otra mesa, otro cuerpo despedazado. Casi vomita ahí mismo si no hubiera escuchado los sollozos de Abey. La música estaba alta pero podía escucharlos claramente. Tiró sin más de la extremidad de su amiga para salir de ese lugar lo más rápido posible.
Corrieron hacia la entrada cuando pudo sentir que tiraban de ella, Abey era arrastrada por varias personas con toda su fuerza. Intentó ayudarla pero el miedo había hecho sudar sus manos, se soltó sin poder hacer nada. Volvía a por ella sin éxito, dos hombres se interpusieron y comenzaban a acercarse a ella. Lo sentía, querían acabar con su vida al igual que con la de Abey, sus miradas tornaron a un negro azabache. ¿Qué eran esas personas? ¿Qué querían hacer con ellas? Su mente dio en el clavo sin quererlo: Querían devorarlas. Imposible.
No pudo preguntarse nada más cuando sintió un fuerte tirón de su mano izquierda. Una mano cálida agarraba la suya con fuerza saliendo de aquel lugar. No podía ver nada, sus lágrimas inundaban su rostro, su amiga seguía ahí dentro. Quizás siendo descuartizada y sirviendo de alimento para esos monstruos. Una arcada casi la hace echar por fin la pota.
Al parar en seco pudo ver quien la ayudaba a huir. El que menos esperaba que fuera la había salvado de ser devorada por esas criaturas. Michael avanzó de nuevo después de asegurarse que nadie los seguía de cerca, guiándola, sin cesar hasta llegar al bosque cerca de la ciudad. No, ella debía volver a por Abey.
–¡Suéltame! ¡Abey! ¡Abey aún sigue allí dentro! Ella... Ella...No se dio cuenta hasta entonces que él también estaba allí dentro, él podría ser uno de ellos. ¿Por qué la habría llevado hasta el bosque? Oh no. La quería para él solo, sería su cena.
–Escúchame –se acercó a ella para tranquilizarla y al ver como retrocedía cedió en su intento–. No te haré nada... Mierda ¿Por qué no me hicisteis caso? Te dije que no os mezclarais conmigo ¡Maldita sea!Su mano la pasó por su cabeza, sobándose el pelo una y otra vez. La muchacha pudo ver la frustración en él. Quizás no era como ellos pero necesitaba ir a por su amiga. En un despiste de Michael corrió por donde habían venido. Lo que vio la alejó de toda duda. Él era como ellos, ese movimiento anormal que utilizó para alcanzarla era inhumano.
–¿Qué eres? ¡¿Qué sois?!Sollozaba con fuerza, se veía perdida aunque increíblemente ese muchacho no le transmitía miedo, si no confianza. Necesitaba una explicación.
–Lycántropos... Sileny soy un hombre-lobo ¿Entiendes ahora el por qué quería alejaros? ¡¿Lo entiendes?!Se tomó la libertad de agarrarla por los hombros y sacudirla un poco. El trance por el que pasaba la joven no le evitó entender las palabras de Michael.
–Sileny... Abey está... –se vio interrumpido.
–¡Calla, calla por favor!Sileny se echó las manos a la cara. En lo más profundo de su corazón sabía que su amiga ya estaba muerta. Justo en el momento en que la soltó la había condenado a morir. Maldita su curiosidad. Cayó de rodillas en el nevado suelo del bosque. Sintió como unos brazos la rodeaban consolándola. Se dejó caer en el pecho de Michael soltando el llanto que intentaba guardar.
–Debemos irnos, se acercan –advirtió él.Ella no sabía cuanto tiempo habían estado así, sentados en aquella fría superficie pero la voz de Michael la sacó de su ensoñación.
–Si confías en mí nada te pasará. Te lo prometo.
–¿Por qué? ¿Por qué me ayudas? –preguntó la chica al sentir como la cogía en brazos sin ningún tipo de esfuerzo.
–Porque has sido la primera persona que me ha enfrentado, sin miedo. No eres una simple extraña para mí. Me interesas desde hace mucho al igual que yo a ti.Sí, ahora se percataba de que ese muchacho podía leer su mente.
–No, no te leo la mente. Simplemente eres demasiado fácil de leer –se burló al ver la mueca de Sileny.
–¿Qué vamos a hacer? –cambió de tema.
–Mi mundo es peligroso a la vez que precioso ¿Me permitirías enseñártelo? ¿Me seguirías si te propongo en este mismo instante que lo hagas?Eso significaba, dejar todo atrás pero ¿Qué tenía?
¿Amigos...? Abey ya no estaría ahí.
¿Familia...? No contaba con ese privilegio.
¿Estudios...? Podía comenzarlos en otro lugar, al lado de un hombre-lobo.
Al escuchar aquella palabra un escalofrío recorrió su espalda. Cerró sus ojos fuertemente, cabía la posibilidad de estar soñando. No, al abrirlos Michael seguía exigiendo una respuesta. Lo que jamás pensó es que de su boca saliera algo así:
–No tengo nada que me espere aquí, así que... Sí, te seguiré donde vayas.Instintivamente pasó sus brazos por el cuello de Michael. Ambos lo sabían, aquello era una total locura, no obstante, estaban totalmente decididos a hacerlo. Él sintió el impulso de besarla y atraerla contra si en un cálido abrazo al sentir que por fin alguien entendía su naturaleza sin ningún tipo de prejuicio. Se escucharon pasos que se acercaban vertiginosamente rápido y aquel impulso se desvaneció. Eran los demás, venían a por ella. Lo notaba.
Sileny percibió un bufido del joven por la interrupción de aquel beso y apoyó su cabeza en el pecho de este al ver que comenzaba a correr. Quizás en otra ocasión. Una triste sonrisa comenzaba a asomar por el rostro de la muchacha. Una nueva vida les esperaba al atravesar ese bosque.
Su extraño inquilino le ofrecía un nuevo mundo por explorar...
FIN

Mi extraño inquilino by Laura Ramírez Patarro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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