Entrelazados
–Y pensar que te fuiste sin saber lo que yo sentía por ti, sin aprovechar esos últimos momentos contigo...
La muchacha dejaba una rosa en la base de la lápida mientras confesaba sus más profundos sentimientos. El hombre que amaba acababa de morir, un conductor borracho le arrebató la vida así, en un segundo. Recordó que minutos antes estuvo a punto de confesarse y quizás a punto de evitar que perdiera la vida ¿Y si se hubiera atrevido? ¿Estaría vivo ahora? ¿Sentiría lo mismo que ella? Unas preguntas demasiado dolorosas que la atormentaban ahora. Ya jamás podría saber si él le correspondía. Tan amargo era el sabor de rememorar el accidente...
¡Owen!, recordó a voz de su amiga, la que lo llamó del otro lado de la calle el día de su muerte ¿Y si lo hubiera retenido? Lo habría evitado, estaba segura. Se maldijo una y otra vez por ser tan cobarde. Ahora nadie respondería esas cuestiones y mucho menos lo sabría de él.
–Diana, vamos. El coche ya está aquí –le avisó Annie, acercándose.
La obligó a levantarse agarrándola por los hombros, llevaba como media hora de rodillas y sus piernas flaqueaban. Y con la ayuda de su amiga pudo mantenerse erguida.
–Amiga, debes tener cuidado, a él no le gustaría verte así –aseguró su amiga.Tenía razón pero ¿qué más daba? La razón por la que sería feliz era verlo de nuevo, frente a ella, vivo. Algo imposible ya.
–No puedo, Annie. Yo lo amaba, ¿qué haré yo ahora? Dime.
–Lo sé, lo sé. Vamos, hace frío, no consentiré que te congeles.
Volvió a sujetarla por los hombros, ahora yendo junto a ella procurando que no tropezara. La veía tambalear bruscamente, esa mujer estaba destrozada.
–Espera –pidió Diana.
Esta sacó una moneda de su bolsillo y volvió lentamente a la lápida con el nombre de Owen. Aguantando de nuevo las lágrimas la soltó justo en el borde. Esperando el resultado mientras recordaba...
–¿Cara o cruz? –preguntó divertido Owen.
–Cara, siempre sale cara –aseguró Diana, mirando incisivamente a su amigo.
Este tiró la moneda al aire, volteó su mano dejando el dorso arriba y al caer la moneda en ella la tapó con la otra.
–Yo digo cruz –dijo antes de destapar. Y efectivamente fue cruz.
–¿Cómo lo haces? Siempre que digo cruz sale cara ¿Por qué hoy sale cruz? –sus ojos se abrían ferozmente, sabía que había truco pero ¿dónde?
–¿Por qué siempre miras la moneda?
–¿Qué?
–Si estoy haciendo truco, ¿por qué sigues mirando la moneda? ¿Por qué no miras la mano? Soy yo quien hace el truco no la moneda.
La joven estaba intentando entender. Sí podía captar lo que estaba diciendo, pero necesitaba ver para comprenderlo del todo.
–Necesito ver cómo lo haces.
–Mira.
Volvió a hacerlo pero ahora mirando su mano, la que después sostendría la moneda al caer. En el dorso colocaba otra mostrando cruz. La moneda al aire se quedaba entre los dedos de Owen quedando solamente la que él deseaba. La muchacha no pudo evitar aplaudir.
–¿Por qué me enseñas esto ahora?
–Porque es un ejemplo. Digamos que a veces perseguimos a la persona equivocada teniendo al lado a la que hace la magia de verdad –tocó la punta de la nariz de Diana haciéndole un guiño.
–¿Qué quieres decir con eso? –preguntó, la muchacha. Exigía una respuesta. Él pareció confundido o decepcionado.
–Quiero decir que tengas cuidado al elegir al hombre adecuado– pronunció con tono apagado, después de frotar su pelo con energía un poco la dejó sola.
Siempre había sido su amigo. Había tenido un par de fracasos con el amor y él siempre estaba ahí para consolarla, su fiel consejero en el amor, aunque esa vez fue diferente. Desde ese momento Owen fue algo más, él mismo produjo ese sentimiento. Desde ese día la joven se fijó en el mago que tenía delante, ese hombre que le hizo suspirar día y noche por años pero que jamás se atrevió a decirle lo que sentía.
–Lo recuerdo como el primer día.
Dios mío, esa voz... No podía ser posible. Había escuchado la voz suave de Owen justo en frente de ella. Estaba loca. Su mirada giró sobre si misma, Annie la vio dar vueltas como una desquiciada buscando algo.
–¡Diana! ¡Diana!
Fue lo último que escuchó de Annie cuando sus fuerzas desvanecieron y cayó desmayada.
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Notó que no podría convencerlo, aquel
psicólogo estaba más loco que ella. Había escuchado un par de
veces más la voz de su amado desde el día del cementerio.
Alucinaciones decían y eran tan reales...
–Necesita sus pastillas y me dicen que no las toma –acusó el hombre intentando que se estuviera quieta. Recorría el despacho de un lado para otro sin cesar.
–Si las tomo dejo de escucharlo y yo necesito escucharlo, doctor...
Para el doctor parecía estar más grave de lo que le habían dicho, así que, después de recetarle unas medicinas más potentes, la dejó ir. Sabía que no se las tomaría por lo que llamó a Annie, sugiriéndole que la vigilara por si aquello se volvía más grave.
Diana antes de llegar a casa decidió
sentarse en un banco para aislarse de todo ¿Por qué la atormentaba
así? Debía aceptar que él estaba muerto si no quería que la
declararan loca. Esa voz persistía en su mente cuando más débil se
sentía así que dejó caer los párpados intentando convencerse a sí misma de que todo aquello era una locura. De que todo era demasiado enfermizo.
–Te quiero, Diana. Si tan sólo... –ella abrió los ojos de repente. De nuevo lo escuchó, sus lágrimas brotaron fácilmente.
–¿Cuándo dejaré de enfermarme así?
Se puso de pie para hablarle al aire, lo que no esperaba es que una figura se posara delante de ella. Comenzó a subir su rostro con temor de terminar el recorrido. Conocía perfectamente ese cuerpo. Y no podía estar pasando. Él estaba ahí a unos metros de ella. Su sonrisa y su mirada lucían tristes ¿Por qué? Estaba ahora a su lado ¿Por qué la miraba así? Ah, cierto, eso sólo era una ilusión. Su mente volvía a traicionarla formando ahora la imagen de Owen para que pareciera real. Sorprendentemente comenzó a extender su mano hacia ella.
–Owen...
Avanzó un paso hacia él pero sabía que no debía, si lo alcanzaba desaparecería sin poder abrazarlo, sin poder tocarlo. Retrocedió cerrando sus ojos fuertemente. Al abrirlos Owen ya no estaba... Se había esfumado como temía.
–Lo siento...
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2 años después
–Vamos Diana, tenemos que vernos presentables para los chicos –comentó sonriendo Annie.
Terminaba de acicalarse para salir con su amiga, por fin se decidía a dejar todo atrás. Hacía ya varios meses que la voz de Owen no la atormentaba, su figura había aparecido un par de veces en sus sueños pero ahora lo aceptaba. Debía seguir con su vida aunque en el fondo de su corazón jamás dejara escapar su recuerdo.
–¡Voy! –le contestó desde su habitación.
Annie, cuando la otra salió golpeó su coronilla por tardar tanto y ambas salieron de casa. Esa noche se divertirían sin preocupaciones. Así fue, esa noche era preciosa y más porque aquel joven se había ganado su confianza. Nunca lo compararía con Owen pero como una vez él mismo dijo: era la clase de personas que hacía la magia. Quizás eso era lo que debía recordar de él, los buenos momentos que pasó a su lado y las verdaderas intenciones detrás de todo lo demás.
–Un viejo amigo me dijo sobre... bueno sobre...
–Owen, se llamaba Owen. Tranquilo, hace ya tiempo de eso. Yo sé que está cuidándome y acepté su muerte hace tiempo... –tragó saliva y el joven lo notó.
Sí, aceptaba la muerte de su antiguo amor, aunque aquel sentimiento siguiera igual o más vivo. Igualmente tenía el derecho de rehacer su vida por mucho que ella siguiera amándolo tanto.
–Aceptas su muerte pero aún lo amas ¿Verdad? –ella se rindió y asintió. Ya no quería mentir–, no te fuerces a esto, Diana. Yo puedo esperar a que estés preparada, no te presionaré si no estás lista.
–Gracias...
–Bueno, tengo que irme. ¿Estarás bien? –ella asintió–. Mañana hablamos –él la besó en la mejilla y se fue, dejándola para meditar en aquella calle.
Un momento, era la misma calle en la
que tuvo esa conversación, en la que fue una completa cobarde. La
carretera en la que fue atropellado Owen...
Recordando aquel fatídico día su mente volvió a estar
frente a él. Intentando decir esas palabras tan difíciles que no
era capaz de pronunciar. ¡Owen! Su amiga lo llamaba desde la acera de enfrente. Fue hacia ella y, al intentar agarrarle del
brazo, no lo alcanzó. Vio que corría cruzando la calle y el coche.
Entonces fue tras él ¿Podría apartarlo? Al llegar a ese punto abrió los ojos. Sólo fue un sueño, un recuerdo... Sin embargo, después de recuperarse de aquel recuerdo, se dio cuenta de que estaba en medio de la carretera, sin avistar que un coche estaba a punto de atropellarla, le daba tiempo a apartarse pero no lo hizo, no quiso hacerlo. Cerró sus ojos después de que un destello la cegara y una voz la detuviera.
Entonces fue tras él ¿Podría apartarlo? Al llegar a ese punto abrió los ojos. Sólo fue un sueño, un recuerdo... Sin embargo, después de recuperarse de aquel recuerdo, se dio cuenta de que estaba en medio de la carretera, sin avistar que un coche estaba a punto de atropellarla, le daba tiempo a apartarse pero no lo hizo, no quiso hacerlo. Cerró sus ojos después de que un destello la cegara y una voz la detuviera.
–Vuelve conmigo.
Volvió a escucharla ahora aun más cerca, como si estuviera dentro de ella. Pensó que el coche al fin la atropellaba. Y así fue.
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–Cariño, por favor, abre los ojos.
No podía creerlo ¿Estaba en el cielo? La voz del hombre que amaba se oía demasiado cerca. Abrió los ojos y ahí estaba. A su lado. Recostado en un sillón aparentemente cómodo. Ella notó que su cuerpo pesaba y que una cama la sostenía. Al incorporarse un poco, Owen se quedó boquiabierto y al verla reaccionar, finalmente le ofreció una amplia sonrisa mientras se levantaba para acercarse más a ella. Él gritó a la enfermera lo más fuerte que pudo y esta llegó para examinar a Diana.
–Por fin, por fin. Yo sabía que volverías, lo sabía –pronunció Owen cuando la otra joven llegaba a ver a la paciente.
–¿Qué... Qué ha pasado? –preguntó Diana.
Intentó sentarse bien pero le dolía todo el cuerpo. La enfermera le acomodó la almohada para que se quedara medianamente derecha.
–Te atropellaron hace dos meses y has estado, desde ese entonces, en coma –le aclaró Owen, acariciando su pelo suavemente.
Este tenía lágrimas en los ojos que tapaban las ojeras, como si hubiera estado días sin dormir. Su mueca era de felicidad suprema, por mucho que hubiera sufrido al estar día y noche sin dormir, custodiándola.
–Llamaré al doctor para que le haga un chequeo completo –al decir esto la enfermera, ambos asintieron.
–¿Dos... Dos meses? –repitió Diana.
¿Todo había sido un sueño causado por el coma? Unos leves recuerdos comenzaban a poblar su cabeza. Hacía dos meses ella cruzó la calle cuando su amiga la llamaba, no fue Owen fue ella misma. Oh, ahora lo entendía todo.
–Así es. Bueno yo estaba por contarte algo que no me atrevía a decirte hasta ese día... Si te lo hubiera dicho tal vez ese coche no te hubiera atropellado a ti... Me maldigo por ser un cobarde –comenzó explicar Owen.
Se pegó un golpe en la sien. Diana le agarró la mano para evitar otro más fuerte, él la miró un tanto confundido pero prosiguió hablando:
–Desde el primer día que entraste en coma he estado aquí contándote todo nuestros momentos, aquellos en los que no me atrevía a confesarme, con la esperanza de que volvieras. Dicen que en ese estado los pacientes puede oír... ¿Tú... Tú me escuchabas?
–Algo así –contestó la muchacha encogiéndose de hombros.
Diana ofrecía una mueca divertida que cautivó los sentidos de Owen, un gesto tan natural en ella que la hacía única. Le devolvió una sonrisa que trasmitía más que su propio discurso. Se sentía tan feliz que estaba dispuesto a terminar por declarar su pequeño secreto ya a voces.
–Bueno yo... –Owen se aclaró la garganta antes de seguir.
–Yo también te amo –lo interrumpió Diana.
Casi le corta la respiración al joven expresando sus verdaderos sentimientos. Sentía que debía decírselo, ya no podía aguantar la idea de esconderlos más al igual que él. Y, al parecer, él tampoco.
–Te amé desde que hiciste magia. Nunca me di cuenta de que te estabas declarando en ese entonces. Perdóname.
Owen entrelazó sus manos tiernamente.
–Perdóname tú a mí, por esperar tanto para decírtelo claramente.
–Ahora lo sé –le correspondió ella con una sonrisa.
Él se levantó para ir hacia Diana, dándole un tierno beso en los labios. Todo estaba dicho.
FIN

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