Antes que nada comenzaré con lo que os avisé, en la cabecera de todas las entradas aparecerá esta explicación para quede claro todos los puntos a los que están sometidas las licencias de mis escritos.
Reconocimiento – NoComercial – SinObraDerivada (by-nc-nd): No se permite un uso comercial de la obra original ni la generación de obras derivadas. |
Como bien expone:
1º No se puede sacar dinero de ella, ya que es mía y hecha sin fines lucrativos.
2º No se pueden hacer adaptaciones de ningún tipo sin el consentimiento del autor, o sea, yo. Una adaptación es toda aquella que tenga similitudes con la historia original en un 80% o la trama sea la misma. En caso de ambas es directamente un plagio.
3º No se puede compartir la obra o fragmentos de la misma sin los créditos pertinentes, sobretodo sin siquiera avisar al autor.
El contenido de este blog está sujeto a esta licencia. Todas las historias de ficción que aquí muestro son totalmente inventadas por mí -Laura Ramírez Patarro-, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Aclarado esto, la entrada comienza ahora mismo...
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Ya sé que dije que no habrían más fanfiction por aquí pero como este se lo debía a Carla, y Carla es Carla, pues aquí está la continuación del relato corto No hay rosas blancas.
Esta chica se merece esto y más por mi parte así que recordad que sigo escribiendo mi próximo proyecto y que esto es una excepción. ¡Hasta pronto, saludos!
PD: Te quiero <3
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Esta imagen no me pertenece. Todos los créditos a su autor. |
El color de las rosas
La
muchacha volvía a su departamento. Había sido un día fructífero y
traía una sonrisa en la cara. El jefe les dio por fin la
esperada paga extra y deseaba llegar a casa para comunicarle
la buena notica a su pareja. Este, desde que ocurrió aquel
desafortunado –y extraño– accidente donde su abdomen fue
desgarrado por un cuchillo, había cambiado bastante. Ahora parecía
más relajado que antes, como si disfrutara de la vida, y ella lo
achacaba a que después de enfrentarse a la muerte, el ser humano,
intentaba aprovechar el día a día como si fuera el último.
A pesar de que
Eun Ji no tratara de preguntarse mucho si aquello era algo
bueno o malo
–simplemente convivía con ello–, alguna que otra vez
sentía la necesidad de saber lo que llevó a Jaehwan a
intentar suicidarse. La sola mención del tema los tensaba hasta el
punto de acabar enzarzados en una discusión que nunca había llegado
a ningún lado. Aquella cuestión era un tabú para la
pareja desde el mismo día en que volvieron a casa; Ken
estuvo ingresado en el hospital cerca de tres semanas, y por mucho
que frivolizaran con ese hecho, la verdad es que había estado al
borde de la muerte.
Incluso la propia
mente de Eun Ji estaba borrosa y no recordaba muy bien aquel fatídico
día porque, precisamente, aquellas lagunas se lo impedían.
Agradecía enormemente que todo quedara en un susto y su
pareja siguiera con ella fuera como fuese, sin embargo, sabía que
nada iba a ser como antes.
Nada era
como antes.